Soulmates #Love #Love #Hate #Hate #Hate #Hate

De nuevo, Tahiel bufó. Mientras subía la alcantarilla del callejón que estaba a unas cuadras de su casa.
<Mientras no vuelvas a hacerlo cuando tenga visitas o esté frente a alguien puedo ver de dejarlo pasar> Masculló... Si es que podía mascullar en aquella conversación telepática, y salió de la alcantarilla cerrando la tapa tras él.

- Oh? Una rata sale de las alcantarillas? Qué tenés en ese bolso. Dámelo. - Una voz, ahora no procedente de su cabeza resonó tras él. Distraído en "sus pensamientos"? Como estaba no había notado a la persona que estaba en el callejón cuando salió.

<Mierda!> Maldijo por inercia mientras se daba vuelta y destapaba la botella que aún tenía atada a la cintura. - Jajaja. Lo siento. La bolsa es mía. - Le sonrió al desconocido mientras lo evaluaba con la vista. Era el típico borracho de mala vida que rondaba por el barrio. Por eso quería mudarse.

- Seguro? Si te digo que me la des, me la das y si volvés a reír te morís. - Lo amenazó el hombre acercándosele con un cuchillo que acababa de sacar de su bolsillo.

- JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA - Tahiel rió aún mas fuerte con doble propósito, intentar darse coraje y distraer a su adversario. El hombre se lanzó hacia él y Tahiel sacó el agua de su botella para dirigirla a su rostro mientras se preocupaba mas por esquivar el filo del cuchillo mientras esperaba que el otro se quedara sin aire.
Se quitó el bolso del hombro y se lo arrojó al bastardo para golpearlo y aprovechar de alejarse un poco cuando notó que faltaba poco y no podría salir corriendo con sus cosas.
Ya a una buena distancia se detuvo un momento a tomar aire cuando sintió una ráfaga de viento y una punzada en su costado. Por poco pierde la concentración que mantenía en su manipulación de agua pero logró mantenerla hasta que el bastardo cayó inconsciente.
- Ugh... LA PUTA QUE TE RE MIL PARIÓ. - Insultó al hombre tendido en el suelo mientras se quitaba el cuchillo que le había lanzado del costado. Por suerte era pequeño y no se había clavado muy hondo ni en un lugar crítico. Pero mierda que dolía.

Se acercó rengueando a recoger su bolso y pateó al imbécil de camino. Deseó silenciosamente que Timothy estuviera dormido mientras caminaba las pocas cuadras que lo separaban de su casa.

Se tentó un poco pero se contuvo de comentarle lo adorable que había sonado aquello y la conversación cayó en silencio por un momento, que aprovechó para acomodarse mejor en la cama. Lo acompañaron los ronquidos de Klaus y se empezó a quedar dormido cuando una punzada en el costado lo dejó sin aire y lo forzó a volverse un bollo, doblándose sobre su abdomen.

-Qué... Mierda...- dijo entre unos jadeos adoloridos, intentando recobrar una posición menos tensa.

No había forma de que esto fuera normal. Y entonces una posibilidad se volvió más que probable. <Hey! Estás bien?! Qué sucedió?!> estaba claramente preocupado.

< Estoy bien. > Le respondió, lo menos que quería en ese momento era la voz que le habla en su cabeza pero no pudo evitar reír un poco internamente al darse cuenta. < Jajajaja, ahora sabes lo que se siente. Venganza. > Se rió sin saber si su risa le llegaría o no y desató el vendaje que tenía atado en su brazo para presionar sobre la herida.

Llegó a su casa y abrió la puerta despacio. Si Timothy estaba durmiendo no quería arriesgarse a despertarlo de ninguna forma. No iba a permitir que lo viera en ese estado ni que se anduviera preocupando. Para su suerte Tim no estaba a la vista, no había ninguna luz prendida y había un plato cubierto con una nota sobre la mesa. Probablemente comida que le había dejado por lo que seguramente ya estaba durmiendo en la habitación.

Respiró hondo; la ola de dolor había pasado casi en su totalidad. En la oscuridad, tres pares de ojos lo observaban entre curiosos y preocupados mientras se llevaba las manos a la zona "herida" y se la masajeaba con suavidad por si acaso.

<No te ofendas, pero apreciaría que no te hicieras apuñalar sólo para probar el punto.> replicó algo ácido y suspiró <Estás seguro que es algo con lo que puedes lidiar? Deberías ir a un hospital para que te zurzan.>

Maldijo al momento en que lo dijo. Porqué tanta preocupación ahora? Se lo atribuyó a su oficio y nada más. E intentando convencerse de ello, volvió a apoyar la cabeza en la almohada esperando que su soulmate respondiese.

<Los hospital te cobran y es mas rápido agarrar el botiquín.> Le respondió mas que nada para distraerse del dolor, mientras dejaba el bolso ahí nomas de la entrada. Cerró la puerta se arrastró silenciosamente al baño donde se encerró y quitó la remera, conteniendo las miles de maldiciones que se atropellaban en su garganta con cada movimiento que hacía.
Observó su herida a regañadientes. "Me tengo que coser? Sí, me tengo que coser. No me quiero coser!" Tenía ganas de llorar mientras deseaba haber traído hielo de la cocina, pero a esa altura un poco de dolor más no hacía diferencia y lo prefería mil veces a arriesgarse a despertar a su hermano.

Saber qué hacer en éste tipo de situaciones es lo único que podía agradecerle a su padre, aunque no debía estar agradeciendo este tipo de cosas.
Sacó el botiquín de primeros auxilios del fondo del armario del baño y la botella de alcohol. Se sentó sobre la tapa del inodoro y apoyó el botiquín en en bidé, dejándolo abierto para tener las cosas a mano. Se estiró un poco para alcanzar la toalla de mano y la hizo un rollo antes de ponerla entre sus dientes y morderla con fuerza.
Destapó la botella de alcohol y casi se disloca la mandíbula intentando no maldecir a gritos ni soltar ningún quejido mientras el líquido escocía en su herida.

Le corrían lágrimas por sus mejillas cuando volvió a tapar la botella y buscó aguja e hilo para cocer.
Varios minutos e insultos mas tarde había terminado y se estaba colocando una gasa sobre la costura.

Por supuesto, no había tenido en cuenta que no sería el único dolor que recibiría. Las punzadas dolorosas prosiguieron durante un rato, durante el que estuvo recostado sobre el lado afectado, presionando con ambas manos y apretando las muelas en pos de no alertar a sus mascotas. Cerró los ojos con fuerza y procuró mantenerse distraído de la única forma que sabía cómo: Pensar.

Repasó mentalmente el día y la hora y comenzó a anotarlo en un pequeño fichero mental cuya etiqueta correspondía al nombre de su soulmate. Se le ocurrió que probablemente estaba llegando de trabajar y lo habían intentando asaltar. Pasaba con una frecuencia aún mayor que la que embanderaban los medios; los casos al respecto llenaban anaqueles enteros y varios miles de gigabytes en el sistema de la comisaría. También explicaba su reticencia a ir al hospital. La medicina era cara y todo el mundo procuraba recurrir a los remedios caseros y los curanderos. Era una de las pocas cosas positivas que tenía su trabajo: Un buen seguro médico. Suspiró lentamente una vez que las punzadas se detuvieron.

Se estiró despacio, un miembro a la vez. Esperó unos buenos minutos antes de decidir chequear el estado del otro. <Lo hiciste bien, Tahiel.> lo felicitó pues sabia mejor que nadie la fuerza de voluntad que requería hacerse semejante cosa. Esperaba que tuviera analgésicos a la mano o iba a pasar una noche algo complicada.

Se quedó sentado inmóvil durante un buen rato. No tenía ganas de moverse y menos comprobar si había hecho bien la costura o le iban a tirar los puntos al mas mínimo movimiento.
Frunció el entrecejo algo confuso cuando escuchó su nombre pronunciado por su soulmate ¿Cómo lo sabia? ... La duda le duró poco. El tatuaje.

<Aunque no sea bienvenida, la practica y la experiencia sirven para algo.> Le respondió un poco cínico y se armó de coraje para moverse. Tenía que limpiar todo el desastre que había hecho y hacer desaparecer cualquier rastro de sangre que pudo haber dejado; hacer desaparecer su remera sucia y tajeada y el resto de su ropa manchada. Además de empastillarse si es que quería dormir algo esa noche y algo para prevenir el resfriado. Agradeció el milagro de no haber vuelto a estornudar una vez sufrida la herida.

No supo qué responder a eso y dejó archivado el dato para posteriores pesquisas. Saber cómo coserse y actuar ante semejante situación no es lo que uno llamaría moneda corriente y si bien las posibilidades de aprenderlo no son pocas, ciertamente son funestas.

No creyó que fueran a haber más comentarios entre ellos; de alguna forma parecía natural que la conversación se detuviera allí cuando ninguno de los dos parecía ser proclive a mostrarse más que civilizado hacia el otro (si bien Anthony había probado preocuparse por él de tanto en tanto, era en un nivel decente y humano normal). Al entregarse al silencio, entró en un estado de somnolencia que finalmente lo arrastró al subconsciente. "Mañana será otro día", pensó entre resignado y vencido, antes de dejar de pensar por completo.

Durante los primeros días fue una tortura ocultarle a Timothy su herida, pero encerrándose en su estudio o "saliendo por trabajo" y descansado fuera de la casa logró salir de su vista para evitar sospechas. Por suerte no había levantado gripe de la noche del sábado y los analgésicos eran de gran ayuda; aunque un par de veces se le reabrió un poco la herida, no tuvo que hacer mas que cambiarse la gasa ensangrentada.

Se sentó con un suspiro en el banco de la plaza que estaba a medio camino del supermercado. Ya estaban cortos de alimentos y no pudo posponer mas el salir a hacer las compras si no quería que Timothy sospechara nada. Pero aunque era viernes y ya había pasado casi una semana, a la herida aún le faltaba para cicatrizar por completo.

Abrió la botella de agua que había traído consigo y sacó del bolsillo de su buzo una tabla de pastillas de las que separó un par que, usando su poder, las rodeó un con un poco de agua y las llevó dentro de una esfera de líquido hacia su boca. El simple hecho de levantar un poco el brazo ya le causaba molestias.
Guardó las pastillas y cerró la botella que no se había molestado en desatar de su cinturón.

Benditos sean los analgésicos. No quería saber lo que haría sin ellos, sobre todo a la hora de arrastrar las bolsas de compras. Meditó mientras juntaba energía para pararse y seguir su camino hacia el supermercado. Seguramente a vuelta haría otra pausa en el mismo banco del parque si para entonces seguía desocupado.

Desde aquella noche no habían vuelto a hablarse. Anthony se abstuvo de hacerlo los primeros dias, aunque para el final de la semana la idea de hacerlo se había disipado por completo. Su mente se vio absorta por un caso particularmente difícil que los tenía a su compañero y a él arrinconados y desesperados. Pero no era algo que desgastarse hasta el punto de arruinarse la salud fuera a resolver.

Decidió que había sido suficiente. Nada se podía hacer sin los resultados del laboratorio y no iban a estar disponibles hasta el lunes. Guardó sus pertenencias en el primer cajón de su escritorio, le echó llave y se fue. En el camino desde su cubículo a las escalinatas fue saludando a colegas y amigos y antes de darse cuenta, estaba estacionando en la vereda de enfrente a su edificio.

En casa lo esperaban con habitual energía y felicidad. Sin cambiarse, salió de traje, sin corbata, el sobretodo desabrochado, a pasear con el trío cánido. Los llevó hasta el parque, para que todos se despejaran y distendieran. Mientras ellos corrían y disfrutaban de las últimas horas de la tarde, el rubio ocupó un sitio y se propuso dejar sus pensamientos en silencio por piedad a sí mismo.

Compro lo mas liviano y esencial que necesitaban. Un solo saché de leche, un paquete de fideos, algunas pocas verduras, la botella mas pequeña de aceite... Ese maldito líquido casi nunca se acababa y justo tenía que acabarse ahora. Lo maldijo desde que lo tomó del estante hasta que lo metió en una bolsa.
Después de pagar las cosas en la caja respiró hondo, mentalizándose antes de agarrar las cosas. Solo unas pocas cuadras. Unas pocas cuadras.

Cuando llegó a la plaza deseando descansar en el banco que había ocupado poco antes maldijo al verlo ocupado, y maldijo mas al, al buscar otro con la mirada, no encontrar ninguno libre.
Pero sus maldiciones no terminaron ahí, siguieron cuando reconoció tres grandes y peludos cuadrúpedos. Esos mismos perros enormes que lo habían tirado al suelo la otra vez.... Tahiel agonizó de antemano al verse lidiando con ellos de nuevo. Pero para su suerte ésta vez sólo se acercaron moviendo las colas y comenzaron a seguirlo alegres mientras jugaban entre ellos.

Por supuesto, fracasó casi miserablemente en despejarse la cabeza. Seguía dándole vueltas al caso y se dedicaba a observar a la gente a su alrededor buscando algo que lo ayudara a hacer el click que le faltaba. Estoy al borde de la psicopatía ya, mejor me voy a casa, pensó y se puso de pie, desperezándose. Buscó con la mirada a sus mascotas y las encontró siguiendo a un joven de más o menos su edad. Otra vez?, se preguntó y chifló para llamarlos.

Tahiel también se dió vuelta ante el chiflido al ver que los perros se alejaban hacia su dueño y, al identificarlo, le dirigió una mirada no muy amigable intentando transferir un "al fin llamaste a tus perros" sumado al malhumor de notar que era la persona que le había ocupado SU banco. Hecho eso, volvió la vista al frente y siguió caminando.
Cuando llegó a su casa dejó a Timothy a cargo de las compras y, después de revisar la herida encerrado en el baño, se fue a dormir la siesta no queriendo volver a moverse mas en todo el día.

Una semana después la herida ya había sanado por completo y retomó sus actividades sin problemas aunque tuvo que apurarse con varios pedidos de joyería que tenía atrasados.
- Tim, este viernes voy a ver un par de apartamentos. ¿Querés que te vaya a buscar cuando salís del colegio y me acompañas? - Le preguntó una tarde a su hermano que accedió entusiasmado.

La semana se le pasó lenta y densa; su malhumor se había exponenciado para peor debido al caso que no podían resolver. Su compañero se había resignado ya a que quedase como otro "abierto" congelado en el tiempo, irresoluble. Él, no. Por supuesto sabía mejor que mostrarse abiertamente frustrado o insistente al respecto. Pero le dedicaba más de un pensamiento al caso, intentando abordarlo desde otras perspectivas. No era como si hubiera resultado en algo, o como si pudiera negar que una parte de él ya sabía que nunca iría a ningún sitio.

Agradeció a todos los dioses que fuera viernes. No podía esperar para llegar a casa y tirarse boca abajo en la cama. O para pasar el fin de semana mirando películas o paseando en bici. Necesitaba urgentemente despejarse; el cuerpo se lo exigía y su mente debía ceder o colapsar.

El viernes cuando Tahiel se levantó, su hermanito hay había salido para el colegio. Bostezó mientras iba hacia la comida y al llegar sonrió al ver tostadas ya hechas sobre la mesa. ¿Cuántas veces Timothy se le había burlado por no poder hacer siquiera un par de tostadas si que se le quemaran? ... Aunque muy pocas veces llegaba a sacarlas a tiempo...
Desayuno y trabajo en el estudio un par de horas hasta que fue tiempo de ir a buscar a Timothy. Se cambió, se puso un buzo aunque hubiera preferido un chaleco sin mangas, y agarró el casco de la moto antes de salir.

A las 12.00 ya estaba esperando a Tim en la puerta del colegio. Nunca se había sentido cómodo ahí, rodeado de padres, por lo que apenas vio salir a su hermano lo llamó, le puso su casco y subió a la moto para huir de allí.

- Nos encontramos con el hombre de la inmobiliaria que nos muestra el depto a las 2, así que comemos algo antes. ¿Pizza? - Le preguntó antes de empezar la charla rutinaria de "cómo te fue en el cole?"

Se le fue todo el mes trabajando y finalmente tuvo unos días libres que le adeudaban de hace un tiempo. Era lunes, pero se pudo quedar durmiendo hasta las 9, algo que no había hecho en mucho tiempo. Había pasado el fin de semana con su madre, y por los restos de cinta y cajas en el basurero del pasillo, parece que se había perdido la mudanza de un nuevo vecino.

Tenía vacaciones por delante; eran sólo 3 días pero pensaba disfrutarlos a pleno. Ojalá los vecinos no fueran ruidosos. Ya había tenido problemas una vez y no dudó en hacerle volar la térmica del departamento. Más de una vez. Como fuera, se levantó y se encaminó al baño despacio, donde pensaba darse una ducha bien caliente y luego prepararse un desayuno abundante.

Pasaron varios días hasta que encontró un departamento posible. Y casi todo un mes fijando el contrato de alquiler y el resto de los trámites.(? Entre tanto, Tahiel consiguió un trabajo para ganar algo de dinero extra en una casa de pizzas y empanadas. Lejos de la cocina. Atendiendo al público y tomando pedidos.

Cuando al fin los papeles(? del nuevo departamento estuvieron en orden, pasaron días guardando todo en cajas y aprovecharon el fin de semana mas cercano para hacer la mudanza. El sábado terminaron de guardar lo que antes no pudieron porque eran cosas de uso diario y el domingo temprano trasladaron todo al nuevo departamento y comenzaron a desembalar cosas.

Conocieron a varios de sus nuevos vecinos mientras subían y bajaban cosas por el ascensor al tercer piso? Y el portero, Sullivan, les echó una mano mientras los presentaba y pasaba cotilleos sobre los habitantes del edificio que Timothy escuchaba entretenido.

El departamento, en comparación a donde vivían antes era enorme. Tenía 3 habitaciones, una para cada uno y una para usar de estudio; el living/comedor y la cocina, uno aparte del otro y un balcón que, aunque no era grande, tampoco era tan chico. (y bueno, el baño)

Al mediodía cuando Timothy volvió del colegio, Tahiel estaba afuera(en el balcón) lijando la superficie del escritorio que había estado usando para trabajar y había estado sucio, todo manchado y quemado en diferentes partes. Ahora ya volvía a ser un escritorio decente y luego de una capa de pintura y barniz estaría completamente renovado y listo para poner en la habitación de Timothy.
Al terminar dejó la lija a un lado, pasó un trapo húmedo por la superficie para quitar el polvo y, después de desempolvarse a sí mismo, volvió dentro del departamento.

- Tim? - Lo llamó al pasar por su cuarto y no verlo mientras iba a la cocina a servirse algo de tomar, pero cambió de dirección cuando vio la puerta de entrada abierta y se asomó por ella. Allí estaba su hermano, con una taza en la mano parado frente a la puerta de su vecino de piso que aún no habían conocido.
- ... ¿Qué haces? - Le preguntó un poco preocupado al ver la expresión que Timothy llevaba en el rostro. Cualquiera que lo viera, vería a un niño inocente y felíz sonriendo. Pero Tahiel conocía esa expresión, esa no era su sonrisa normal, era la que tenía cuando tramaba algo.
- ¿Pido azúcar al vecino? Cuando llegué y me crucé con Sully abajo me dijo que ya había vuelto. - Timothy amplió su sonrisa y mostró la taza para corroborar su explicación mientras tocaba el timbre de la puerta de al lado.
- ... No molestes mucho. - Tahiel suspiró y lo dejó estar mientras volvía dentro del departamento e iba a la cocina a servirse algo de beber como iba a hacer inicialmente. Tenían azúcar. Tim sabía que había azúcar. Y Tahiel conocía bien a su hermano. No. No iba a buscar azúcar. Él iba a visitar a los 'legendarios' perros de su vecino que Timothy había querido ver desde que Sullivan lo había comentado.

Había comenzado sus vacaciones con un desayuno abundante y una tanda de ejercicios que se había extendido hasta entrado el mediodía. No escuchó la puerta, cortesía de la música, pero ninguno de sus perros lo pasó por alto. Heim y Ruth dejaron escapar un ladrido al unísono mientras que Klaus salió corriendo, olfateando por abajo de la rendija de la puerta al llegar a ella y ladrando.

-Voy, voy!- respondió, acercándose a la puerta mientras se ponía una remera y se secaba el sudor con una toalla que tiró sobre el sillón a medio metro de la entrada.

Abrió la puerta un poco y se encontró con un niño que no conocía; terminó de abrirla y le dedicó una sonrisa cortes al que, supuso, sería el hijo del nuevo vecino. -Buenas tardes- saludó cortes y sus ojos bajaron a la taza en sus manos -En qué puedo ayudarte?- mientras hablaba, los tres perros estaban sentados detrás suyo, mirando al extraño en la entrada y moviendo las colas con aire curioso y amistoso.

Tim no pudo evitar que le brillaran los ojos al ver a los perros. Eran tres. Y enormes! Pero eso no lo distrajo de su cometido y saludó con una sonrisa al señor que le abrió la puerta antes de presentarse.

- Hola! Soy Timothy, con mi hermano nos acabamos de mudar acá al lado. - Señaló la puerta abierta del departamento que, por lo que dejaba ver, aún seguía vacío y extendió la taza que tenía en la mano frente a su nuevo vecino. - ¿Puedo pedir un poco de azúcar? - Preguntó haciéndose el tímido simulando estar algo avergonzado, atenuando la sonrisa en su rostro. - Estaba haciendo galletas para repartir en el edificio pero cuando hicimos las compras me olvidé de comprar... - Mintió descaradamente a modo de explicación ya sus labios torcidos en una practicada mueca nerviosa alejada de la sonrisa inicial y desviando la vista para devolverla al hombre frente a él y luego volver a desviarla, repitiendo aquello varias veces.

Le sonrió de regreso, impresionado con cuán educado era a pesar de su edad. Siguió con la vista la dirección señalada y asintió; eso resolvía el misterio de qué clase de gente se habría mudado junto. Le alegraba que fueran dos hermanos y no un grupete festivo y ruidoso.

El comentario lo distrajo y clavó la vista en la taza un momento antes de sonreírle y hacerse a un lado para dejarlo pasar. -Si estás sin azúcar no debes ni haber empezado. Pero no es una mala idea, la señora del segundo D adora lo dulce- fue comentando mientras lo guiaba a la cocina, los tres canes detrás de él.

Se detuvo junto a la mesada de granito negro y le tendió la mano al chico para que le pasase la taza para llenarla de azúcar.

Tim volvió a sonreír mientras lo seguía, dándole mas atención a los perros y conteniéndose de estirar sus manos para acariciarlos. Pero cuando le pasó la taza y sus manos quedaron libres ya no pudo contenerse mas y acercó la mano despacio al perro mas cercano, una bestia grandota de pelaje largo y oscuro que, después de que se la lengüeteara(? dejó que le acariciara y comprobara la suavidad de su pelo(?

- Ah! Gracias! ... Emmmm? - Tim dejó al perro y agradeció cuando el hombre le devolvió la taza, ahora llena, y lo miró intrigado, sin saber su nombre...

De reojo lo observó acercarse a Klaus, más que nada por ver que el más inquieto de los tres perros no se pasara de bruto. Pero estaba claro que lo había educado bien, además de que era un buen perro, pues se portó de maravillas. El rubio se sonrió mientras llenaba con azúcar la taza.

Pestañeó confuso un momento y cayó en la cuenta de que no se había presentado aún. -Fue un gusto. Soy Anthony; no dudes en llamar a la puerta cualquier inconveniente que tengan- se mostró amistoso, de por sí el chico ya le caía bien. Y era de la convicción que si sus perros lo aprobaban, él bien podía hacer lo mismo.

- Pffff! - Todo el acto de Timothy se descompuso al igual que su sonrisa se deshizo en muecas. - Es.. Pf. Un placer... Jaja... JAJAJAJA ... Lo siento.. Gracias!... Perdón! JAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJJAJAJAJAAJAJAJA - No pudo resistirse mucho antes de estallar en carcajadas y darse vuelta para irse antes de seguir riendo frente a su nuevo vecino y ofenderlo. Aunque probablemente ya era tarde. - Anthony!!! JAJAJAJAJJAJAJAJAJAJA - Soltó antes de salir del apartamento y siguió riendo, cada vez mas fuerte al volver al suyo y sentirse mas libre.

Fue directo a su cuarto ignorando a su hermano qué se acercó a preguntarse qué pasaba y se encerró en su cuarto. Se arrodilló en el piso y dejó la taza a un lado para así, por fin, poder destornillarse de risa cuanto quería, revolviéndose en el suelo y sacudiendo sus piernas en el aire mientras se sostenía el estomago ya algo adolorido, pero no tanto como para impedirle continuar sus carcajadas.

Tahiel lo siguió algo preocupado aunque no tanto, nada grave pudo haber pasado si su hermano estaba riendo.

- Tim? Estás bien!? Qué paso? - Golpeó su puerta y le preguntó.

- JAJAJAJAJJAJAJA ANTHONY! JAJAJJAJAJA se llama ANTHONY!!!! JAJAJAJA el... El vecino... JAJAJAJJAJAJA - Le llegó la respuesta entre risas y Tahiel entendió al instante qué era lo que a su hermano le hacía tanta gracia.

Suspiró y dejó a Timothy riéndose sólo mientras iba hacia la puerta del departamento para ir a buscar al mencionado vecino y disculparse por la conducta de su hermano... Y eso que le había dicho que no molestara...

Pestañeó un par de veces, mirando en dirección a su puerta, nuevamente cerrada tras la partida del chico de junto, al igual que sus perros. Qué acababa de pasar? No entendía cómo ni por qué Timothy había reaccionado de semejante manera pero, tras un par de minutos, decidió no darle demasiada importancia. Después de todo se trataba de un chico que andaría entre sus 12 y sus 15 años, por lo tanto cualquier cosa que le hubiera hecho recordar su nombre lo había hecho reaccionar de semejante manera. Bajó la vista hacia sus canes. -sólo espero que sea algo bueno- admitió medio en broma y volteó sobre sí.

Todavía tenia que devolver la azucarera a su sitio y empezar a prepararse el almuerzo que el ejercicio ya le había demorado bastante.

Tahiel tironeó la manga de su remera. Aunque era lo suficientemente larga como para tapar el tatuaje, aún así se sentía incómodo y que con cualquier mínimo movimiento iba a destaparse.

Suspiró y tocó el timbre de la puerta de al lado. No era como si fuera a ser ése Anthony el mismo que su 'estimado' soulmate, pero cuando la puerta se abrió y vio a los canes que lo saludaban moviendo felizmente sus colas no pudo evitar dudarlo.

- Tsk! - Se le escapó un chistido malhumorado, aunque lo único que recordaba del dueño de los perros era que era rubio, que el hombre que le había abierto la puerta lo sea y la presencia de los animales era suficiente para confirmarlo.

- Lamento las molestias. Venía a disculparme por el comportamiento de mi hermano. Nos acabamos de mudar al lado. Es un placer. - Soltó seguido del chistido mientras le ofrecía la mano para un saludo rutinario. Habló en tono monótono intentando con todas sus fuerzas ignorar el sentimiento de querer abalanzarse sobre él que surgió en su interior. ¿Quería golpearlo? Aunque no recordaba que le cayera tan mal como para querer golpearlo, tampoco era que no lo hubiera pensado antes.