Soulmates #Love #Love #Hate #Hate #Hate #Hate

Tahiel asintió sin saber que mas hacer, llamando mentalmente a su hermano para que se apresurara.
- Si... También podemos decir que estamos a mano de la vez que tus perros tiraron mis compras. - Comentó al recordar el suceso y reconociendo de nuevo la sensación de querer golpearlo.

Timothy escuchó a su hermano desde la cocina y lo maldijo reconociendo su tono y sabiendo que la conversación no iba a tomar un buen camino. Por lo que agarró el plato en el que había puesto dos grandes porciones de tarta y lo llevó al living para dárselo a Anthony.

- Esperó te guste! - Le dijo con una sonrisa.

Estuvo a punto de responder, luego de un breve silencio en que tuvo que hacer entrar la idea de lo ridículamente rencoroso que estaba siendo su vecino, cuando Timothy interrumpió. Tuvo la impresión de que no había sido casual su conveniente retorno, pero se lo agradeció de todas formas. Era mejor que ese asunto quedase allí de momento. Quizás, a solas, en otro momento su hermano y él lo resolverían como adultos. (*wiggle wiggle* ok no)

Aceptó el plato y le agradeció con un gesto con la cabeza. -Seguro estará delicioso. Y mañana me aseguraré de probar las galletas en el desayuno.- le aseguró, dirigiéndose a la puerta. -Provecho. Y buenas noches- se despidió antes de abrirla y encaminarse de regreso a su apartamento.

Con suerte, todo estaría donde lo dejó y podría sentarse a comer en paz, intentando olvidar la extraña situación que había pasado.

Mientras cenaban, Tahiel no pudo escapar de los reproches de su hermano.
- Podías ser mas amable no? Y que fue eso!? No podes ser tan rencoroso! Eso pasó hace como medio año! - Timothy lo reprendió recordando el accidente, cuando Tahiel había vuelto embarrado y con las compras echas un desastre con tierra y pasto.
- Para! Es ése "boludo con sus perros" que dijiste esa vez!? Por qué no me dijiste antes! Entonces sí puede ser que sea tu soulmate! - Exclamó entusiasmado recordando que el accidente y la aparición del tatuaje habían aparecido alrededor de la misma fecha.

- Si. Claro. Terminá de comer y andá a dormir que mañana te levantas temprano. - Contrario a la creencia de Timothy, su hermano estaba convencido de la imposibilidad de aquello.

Después de cenar y de que Tim se fuera a acostar, Tahiel levantó la mesa y pasó el resto de lasagna (que no era mucho) a un plato y lo guardó en la heladera. Lavó el resto de las cosas, incluida la fuente que luego dejó sobre la mesa con un cartel hacia su hermano pidiéndole que la devolviera pero, al día siguiente cuando se levantó la fuente seguía allí y el cartel tenía algunas palabras más escritas. "Devolvelo vos. Hoy vuelvo tarde. TP."

Miró el cartel, molestó, y se resignó al agarrar la fuente e ir a tocar el timbre al departamento de al lado.

Por fortuna, su porción de lasagna había estado donde la había dejado sobre la mesada, aunque el pan que había quedado, abierto, junto a ella, había desaparecido. La barbilla de Klaus, con migas enredadas entre las hebras marrones y blancas, le dio una pista de qué podía haber pasado con él. Se resignó y no le dijo nada, pues había sido descuidado de su parte, y se dirigió al sillón con el plato y los cubiertos. Comió tranquilo, sentado a lo indio, mientras miraba televisión con los perros echados en el suelo.

Después de verse dos películas y medio documental, más dormido que despierto, dejó el plato en la pileta para lavar al día siguiente y se fue a la cama arrastrando los pies. Durmió hasta entrada la mañana, y despertó con un hambre voraz. Acompañó su habitual café con leche con las galletas que Timothy había llevado ayer y descubrió, algo sorprendido, que estaban tan deliciosas como se veían.

Más relajado y de buen humor, se internó en su pequeño gimnasio con la música fuerte a hacer ejercicio. A medida que fue entrando en calor, se deshizo de su buzo (que usaba a modo de salto de cama), de las medias y, finalmente, de la remera. Estaba practicando boxeo con la pera de cuero oscuro cuando sonó el timbre y se detuvo. ¿Quién podía ser? Se secó el sudor con una toalla y le dejó colgada en la estructura donde estaban las pesas, caminando hacia la puerta mientras trataba de desenredar la remera que había tenido puesto hace un rato. Estaba pasándosela por la cabeza cuando abrió la puerta.

-Buenos días- saludó sin ver quién era y descubrió, libre de la restricción de la tela, que se trataba de su vecino. -Oh. ¿Cómo estás?- le sonrió cortés y sus ojos viajaron hacia abajo, deteniéndose en las manos del otro. -No debiste molestarte- agregó, al reconocer su fuente.

ES MARTEEEEEEEES xD

"Six pack" Llegó a observar la fisionomía??? del rubio apenas abrió la puerta, justo antes de que se terminara de bajar la remera y se descubrió mordiéndose a piel del interior de los labios cuando iba a devolverle el saludo.

- Bien, buenos días. - Le respondió algo seco y de mal humor preguntándose qué mierda le importaba el físico de su vecino y levantó más la fuente para que la agarrara. Quería deshacerse de ella rápido para poder despedirse y volver a su departamento.
Había salido con la remera y pantalón con los que había dormido; ni siquiera se había molestado en ponerse algo en los pies al salir y las valdosas del pasillo estaban FRÍAS.

- La lasagna estaba deliciosa. - Se limitó a decir un mínimo cumplido cortes, aunque no hubo cambio alguno en su expresión ni tono de voz.

Algo en todo el gesto se le hizo adorable, por alguna razón más allá de su comprensión, pero se abstuvo de comentarlo. -Es la receta de mi madre. Pero gracias- aceptó el cumplido, sintiéndose de hecho feliz de haber llevado lasagna la noche anterior. Pero qué demonios?

Tomó la fuente de entre las manos del otro y sus ojos fueron al suelo a través del recipiente de vidrio y lo vieron descalzo. Le subió un escalofrío por la espalda. -Demonios, te debes estar congelando los pies- comentó sin pensarlo, luciendo realmente perturbado. Con lo friolento que era, no podía siquiera imaginarse haciendo algo semejante.

Tahiel no pudo evitar sonreír divertido por una milésima de segundo al contemplar la reacción del otro.
- Tampoco tanto, pero sí. Las valdosas están frías. - Devolvió el comentario encogiéndose de hombros y se alejó unos pasos antes de despedirse ahora que no era retenido por la fuente.

- Bueno, adiós. Tengo que salir en un rato y aún tengo que comer algo. - Dijo y se dió vuelta para volver hacia su apartamento.

Se le hizo difícil tragar por un momento, sorprendido ante el gesto del otro. Era la primera vez que veía, de hecho, una expresión facial positiva en sus rostro. Pestañeó un par de veces y luego se aclaró la garganta al darse cuenta de que se había quedado patéticamente congelado en su lugar por un momento. -Claro, suerte- dijo a modo de saludo y cerró la puerta.

Eso había sido raro. Muy raro. Por que se había sentido tan a gusto? Y alegrarse por un cumplido? Qué rayos estaba mal con él. Dejó la fuente en la mesada de camino al gimnasio; necesitaba borrar todo lo que acababa de pasar a fuerza de sangre, sudor y lágrimas.

Apenas entró al departamento sintió la calidez del piso de mandera bajo sus pies. Aunque no era exactamente cálido, era mucho mejor que las valdosas congeladas.

Se bañó y cambió con ropa limpia, comió lo que había quedado de lasagna de ayer sin arriesgarse a calentarlo y agarró su casco antes de salir. Eran las 13.30 pasadas y tenía que estar en la casa de pizzas y empanadas en la que había conseguido trabajo a eso de las 14. Preferentemente antes.

Era un negocio familiar y lo habían contratado para trabajar en la caja o recibiendo y preparando los pedidos, separándolos en cajas; pero de vez en cuando y si era necesario también lo mandaban a hacer las entregas. La paga no era de las mejores pero el trabajo era bastante cómodo y el lugar se encontraba cerca de la nueva casa, así que Tahiel estaba conforme Siempre y cuando no lo mandaran a hacer algo en la cocina.

Se dedicó el resto del día a hacer ejercicio, leer un rato y estar ocioso frente al televisor. Era relajante poder pasar el día así de tanto en tanto, sobre todo manteniéndose distraído de cuestiones laborales. Mientras menos pensara en ello, mejor. Estaba haciéndose de noche nuevamente, por lo que decidió hacerse algo caliente de cenar e irse a la cama, con la satisfacción de tener su último dia libre por delante aún.

Mientras cocinaba, se preguntó qué estarían haciendo su madre y si estaría bien en la casa a la que se había mudado hace poco. Acabó llamándola por teléfono y durante la charla se dio cuenta de que no le había dado las gracias por las galletas a Timothy (le contó a su madre todo el episodio del día anterior como para mantenerla entretenida aunque mantuvo oculto el hecho de su tatuaje y el coincidente nombre de su vecino por el bien de su paz mental). Aunque todavía no había cortado con ella, garabateó un "Gracias. Estaban deliciosas." en un papel que se decidió a pasar por debajo de la puerta de los hermanos una vez que se desocupase con su madre.

Cuando Timothy regresó sonrió al no ver la fuente, lo que significaba de Tahiel la había devuelto él mismo, y al encontrar la nota en la entrada. Cuando vuelva a hacer galletitas, volvería a darle algunas.

Su hermano aún no había regresado. Salía del trabajo recién a las 22hs. Así que pasó el resto de la tarde haciendo tarea y viendo un poco de tele antes de ponerse a hacer la cena, aprovechando que Tahiel no estaba para impedírselo y para esperarlo con la comida hecha.

Cuando el mayor regresó, antes de entrar al apartamento escuchó desde la puerta del vecino el resonar de las garras contra el suelo y los quejidos de los perros. No les prestó atención y al entrar se encontró con Timothy durmiendo sobre la mesa, junto a una tarta cubierta por un repasador a la que le faltaba un pedazo y el televisor prendido.
Tahiel sonrió algo apenado y llevó a su hermano hacia su cama con cuidado de no despertarlo.


A la siguiente semana, Timothy ya había vuelto del colegio y estaba viendo las noticias de fondo mientras cocinaba algo dulce y su hermano estaba encerrado en el estudio.
Pasaban una nota sobre el aviso de Obsidiana sobre su robo el próximo fin de semana.
Metió el flan en el horno y fue a tocarle la puerta a su hermano.
- Ta, el sábado te había dicho que quería invitar gente a dormir a casa... - Se quejó abriendo despacio la puerta y haciéndole un puchero.

-Te digo, estamos cerca. Esta vez no quedaremos con las manos vacías.-

Munch se mostró más entusiasmado y optimista de lo que había sido en mucho tiempo; hablaba en un tono demasiado alto y gesticulando enfáticamente con las manos. Anthony no sabía porqué ni cómo no se cansaba de él, o de esto. Munch, quien a penas debía llevarle cosa de cinco años, parecía mucho más viejo, tanto por su modo chabacano de hablar como por su constante alusión a vivir bajo las normas de la "vieja escuela".

Alexander "Munch" Engel era el típico niño inquieto y algo abusivo, con un alto sentido de lo justo, que había soñado toda su infancia con ser policía. Y a pesar de su limitado intelecto en cuanto a la lógica se refiere, su aparentemente inagotable energía, su capacidad física y espíritu de cuerpo respecto a sus compañeros lo hacían un oficial formidable. Por supuesto, sería más apreciado si se mantuviera en un puesto acorde a sus cualidades fuertes, como ser oficial de tránsito o guardia en una garita; ser detective era algo que ciertamente le "quedaba grande", puesto en sus términos.

Por su parte, Anthony suspiró, el rostro apoyado sobre una mano. Lidiar con las tonterías de Munch, a quien a pesar de todo estimaba mucho, no era su idea de un buen primer día de trabajo. El codo se le estaba adormilando sobre la mesa de soportar el peso muerto de su cabeza. Si bien se contuvo de bostezarle en la cara, no hubo forma de ocultar su aburrimiento y desinterés.

-¿Y cómo estás tan seguro? Entiendo tu deseo de atraparlo de una vez pero...-

-¡Pero nada, carajo!- Tenía suerte que el Capitán no estuviera, o ya le habría tirado con el bowl de los clips por la cabeza por su vocabulario. Munch se dio cuenta y se detuvo en seco, mirando a sus alrededores; no había moros en la costa. -Te digo que estamos a esto -gesticuló una distancia ínfima con sus dedos índice y pulgar izquierdos -A esto de atraparlo. Ya lo tenemos grabado y todo.-

-Tienen a un masculino de entre un metro setenta y cinco y un metro ochenta y cinco, blanco, que aparece y desaparece en las filmaciones de seguridad.- dijo, monótono, el agotado detective de homicidios.

-¡Y vos mismo lo decís y todavía me preguntás!- se sobresaltó, molesto con que lo hiciera repetir las cosas mil veces.

-Pero eso sólo te reduce los sospechosos al 85% del padrón masculino de la ciudad, y eso si te quedas en quienes están legalmente empadronados; sumale inmigrantes y algún transeúnte casual del país- Munch se quedó en silencio, mirándolo como si fuera un niño de 6 años al que le han dicho que no existente ni Santa, ni el conejo de Pascua ni el Ratón de los dientes. El rubio odiaba cuando le ponía esa expresión, pues le hacía más difícil ser el adulto racional de la escena.

-Osea que... no hemos avanzado en nada?- sonaba desesperanzado -Nada de nada?-

Suspiró, resignado; Munch había vuelto a ganar. -No es "nada". Al menos saben que no es una mujer. Y quizás esta vez puedan sacarle un poco más de información a las cámaras, si tienen suerte- No pudo terminar de hablar que lo estaban estrujando en un abrazo de un brazo por los hombros. -¡Salí!- chistó, intentando zafarse. Le tomó un momento pero lo consiguió, aumentando la temperatura de su cuerpo pues sabía que al usuario de agua lo disgustaba el calor.

-¡El fin de semana ayúdanos! Tú eres sumamente observador, seguro podrás descubrir algo que yo no. ¡Se lo pediré al Capitán!- antes de que pudiera decirle que ni soñando, ya había salido corriendo. "En qué me metí", maldijo, dejando caer su frente contra el escritorio. Iba a ser una larga semana. Y ya había dormido mal; sus perros enloquecieron anoche, cuando llegó el vecino de enfrente. Esperaba que el episodio no se repitiera, o tendría que tomar alguna medida. De momento, aceptó, tenía que tipear los informes que se le habían acumulado. El resto lo resolvería sobre la marcha.

Tahiel dejó de soldar(? y se dió vuelta cuando Tim abrió la puerta.
- Si, no hay problema. Yo salgo el domingo a la noche; mientras se vayan antes de las 8, que seguro se van mucho antes, todo bien. - Le respondió a su hermano sin entender por qué se quejaba y cuando se fue siguió con lo suyo.

El resto de la semana pasó sin inconvenientes, exceptuando los desastres culinarios cotidianos. Iba a trabajar a la casa de pizzas/empanadas todos los días de 14 a 22hs y a veces, a la mañana, iba (visitar a coso que me olvide el nombre xD) a vender algunas de las joyas que hacía.
Aunque al principio no le prestó atención, le fue imposible no notar que, cada vez que regresaba a su casa, los perros del vecino se alteraban y tuvo que agregar ese factor a sus plantes del fin de semana. Iba a tener que pasar la noche en las alcantarillas si no quería despertar al vecino en plena madrugada y que se enterara que acababa de volver... Justo después del robo. (y no vas a estar seguro puto! yo me preocupo al pedo!) Aunque de todos modos, con perros o no, al ahora vivir en un edificio dónde vivía tanta gente era mejor no volver directamente.

El viernes apenas Timothy volvió del colegio se puso a hacer galletitas otra vez.
- Voy a ir a jugar con el gato de Doña Rosa, me la crucé en el vestíbulo y quería mas galletitas. - Se explicó cuando Tahiel le preguntó y cuando las terminó le tiró una segunda bolsita con galletas.
- Se las llevas a Tony? Yo vuelvo en un rato, voy al 5to~ - Se fue después de soltar a aquello. Dejando a su hermano antes de que pudiera objetar con la bolsa de galletas en sus manos.

Había sido un día largo. Bien largo. Cuanto más cerca estaban de la dichosa fecha, más insiste y tenso se ponía Munch, quien de alguna forma había convencido al Capitán de hacerlo partícipe de semejante ridiculez. Ahora no sólo le tocaba ser parte del operativo de captura de Obsidiana, sino que estaría casi en primera línea. La idea no lo divertía en absoluto, y menos ante la posibilidad de terminar en un enfrentamiento contra el famoso ladrón. Por los testimonios de los guardias, se trataba de un usuario de agua. ¿A quién le parecía sensato enviar a uno de fuego? Por supuesto, Munch había argumentado contra eso que, en el peor de los casos, él estaría allí. Anthony sacó una conclusión más bien obvia: por uno o por otro, iba a terminar el domingo completamente mojado hasta la médula. "Nota mental", se dijo, "Llevar una muda de ropa y dejarla en la estación."

Llegó al edificio cerca de las seis, cansado y bostezando cada algunos minutos. Estaba más mentalmente comprometido que físicamente, pues a penas y había dejado la estación. Su madre, un poco más supersticiosa, le diría que estaba "ojeado". La idea y el recuerdo le dieron algo de gracia y negó con la cabeza mientras buscaba sus llaves en sus varios bolsillos. Del otro lado de la puerta, el trío cánido ladraba, gimoteaba, correteaba y saltaba. A pesar de lo desgastante que estos recibimientos eran para el pobre piso plastificado, siempre lo hacía sentir amado y necesitado. Se rió un poco. -Ya voy, ya voy. Calma.-

Cuando Timothy volvió de lo de Doña Rosa, cubierto de pelos de gato (? Miró algo enfadado cómo las galletitas que le había dado a su hermano para que se las diera al vecino estaban olvidadas sobre la mesa. Y Tahiel ya había salido a trabajar -3-
Cuando salió a tocarle el Timbre a Anthony, no le costó comprender por qué las galletas no habían sido entregadas. El destinatario no estaba.

Tim volvió a entrar al departamento algo decepcionado y continuó su día como de costumbre hasta que, mientras hacía tarea en la mesa del living, junto a la puerta de entrada, escuchó que Anthony regresaba.
Se apresuró a abrir la puerta sin molestarse en levantarse de la silla, sólo la inclinó un poco hasta alcanzar el pomo. El rubio apenas había abierto la suya y esta en pleno proceso de recibir la bienvenida de sus mascotas.
- Galletitaaaaas. - Exclamó soltando la puerta y dejándola abierta mientras se volvía a dar vuelta sobre la silla para recostarse sobre la mesa y alcanzar el paquete que había quedado en la otra punta. Cuando al fin lo alcanzó se dejó caer de nuevo sobre la silla(necesito un sinonimo(?) y estiró el brazo hacia afuera. Ofreciéndoselas al rubio.

Con Klaus en dos patas, apoyado contra sus piernas, casi se cae bajo su fuerza al sobresaltarse por la puerta que se abrió detrás suyo. La voz de Timothy le permitió calmarse, ya que se trataba de alguien conocido, y se asomó un poco viéndolo hacer toda la acrobacia para alcanzar la bolsa. Se rió un poco por lo bajo y mandó a los perros para adentro con un gesto como para le dieran dos minutos extra de paz.

Recibió las galletas contento. -Bueno, esto es lo mejor que me ha pasado en el día.- dijo, sinceramente, luciendo algo cansado -Muchas gracias- le sonrió de todas formas y observó el apartamento medio a oscuras; probablemente estaba solo.

- Jajaja. Me alegro. - Le sonrió y, cuando se dió cuenta, se dió vuelta una vez más para agarrar la hoja en la que estaba trabajando.
Esta vez sí se paró y salió al pasillo para acercarse al rubio.

- Tenés idea de cómo se hace esto? - Le preguntó mostrándole la hoja y señalándole una de las ecuaciones matemáticas con la que se venía peleando hace ya un buen rato sin que le diera el resultado correcto y ya se había rendido, dejándola para seguír con las siguientes.

Aceptó la hoja como si fuera lo más natural del mundo y una sonrisa nostálgica se le dibujó en el rostro. Habían pasado muchos años desde que había visto matemática en ese nivel, por aquel entonces con la misma edad que Timothy tendría ahora (calculaba que 12 o 13, dado que era material de principios del secundario). Sin embargo, aunque muchos no lo creían, como detective de homicidios, rodeado por la policía científica y siendo amigos de muchos de ellos, acabó por aprender mucho más no sólo de matemático, sino que también de física, química y anatomía. Asintió con convicción.

-Seguro. ¿Quieres que te lo explique con merienda de por medio? Se me antoja un café con las galletas y me vendría bien para despabilarme un poco también- se rió un poco, llevándose una mano al reverso del cuello. -Si no tienes problema. Hasta podemos dejar la puerta abierta- hoy en día, era sensato que sospechase de todos, especialmente de alguien a quien a penas conocía.

Timothy sonrió y aceptó entusiasmado. - Suena bien! Agarro las cosas y voy entonces. - Señaló al desastre de hojas y lápices desparramados sobre la mesa y se puso a ordenarlo y recogerlo antes de salir del departamento para ir al de su vecino. Cerró la puerta cuando salió y se paró en el marcó de la puerta del otro.

- Puedo pasar? - Preguntó mas que nada por educación mientras fijaba la vista en los perros que le devolvían la mirada.

Se rió un poco mientras se terminaba de sacar el saco, dejando a la vista los tiradores de cuero y la funda del arma que, por reglamento y tranquilidad mental, siempre llevaba encima durante horas de trabajo. -Pasa y siéntate donde gustes. Yo me iré a cambiar un momento y regreso- le dijo, señalando el living con la cabeza.

De pasada a su cuarto, dejaría las galletas sobre la mesada de la cocina y pondría a calentar agua para el café. Estaba casi seguro de que todavía tenía chocolate de taza o algunos té de fruta que su madre le había traído para ofrecerle a Timothy, dado que la mayoría de los chicos no toma café a esa edad. Él mismo lo odiaba en su momento.

Timothy pasó y cerró la puerta tras él para luego ir a sentarse a uno de los sillones y dejar las cosas en la mesa ratona que había en frente.
No se le pasó por alto el arma que cargaba y, por primera vez, se preguntó de qué trabajaba su vecino. No sería bueno si tenia algo que ver con la policía y por un momento pensó que su hermano preferiría tenga algo que ver con la mafia a que sea un cana.

Tim estiró el brazo un poco preocupado para molestar al perro mas cercano mientras se proponía averiguar el oficio del dueño del departamento en el que estaba ahora >:l

Regresó con unos pantalones de gimnasia y un buzo estampado y se asomó al living. -Veo que te tienen bien atendido- dijo medio en broma mientras Klaus se mantenía bien cerca del chico para recibir cuantas caricias pudieras -Té? Submarino? Jugo de naranja?- ofreció, Ruth yendo hacia él para acompañarlo en la cocina luego.

Lo escuchó y se olvido de lo que había estado pensando. - Submarino! - Respondió expectante al oír aquélla opción. No esperaba mas que las típicas "té o café".

Cuando vino con las tazas y las galletas? Tim agarró la suya al instante para revolver el chocolate y darle un sorbo contento. Aunque estaba caliente, era dulce y chocolatoso(?
- Tengo que hacer galletas más seguido. - Se rió y empujó las hojas de su tarea hacia Anthony para comenzar a preguntarle cosas.

Estuvo ayudándolo con las ecuaciones entre sorbos de café y mordiscos de galletas por casi 2 horas hasta que decidieron, casi por mutuo consenso silencioso, que era hora de un descanso. Anthony se desperezó un poco en su sitio, haciéndose sonar la espalda y el cuello; suspiró relajado. -Y? Lo entendiste un poco mejor?- preguntó, acariciando la cabeza de Heim que estaba echado a su lado. Klaus se había hecho con un sitio junto a Timothy en el sillón y Ruth dormía bajo la mesa ratona. -Creo que es suficiente por hoy. Si todavía hay algo que no entiendas, podemos revisarlo mañana si quieres- ofreció, mentalmente deshecho.

- Si, Gracias! - Le respondió con un bostezo y se tiró sobre Klaus, el perro que estaba a su lado.
- Explicas mucho mejor que mi hermano. - Comentó y luego rió. - Aunque es muy divertido verlo pelear una y otra vez con el mismo tema hasta que lo explica de una forma que lo entienda. Una vez cuando no entendía algo de fracciones terminó rompiendo un plato para explicarme - Recordó divertido y, como cada vez que recordaba aquél hecho, se preguntó si no podía haberlo explicado de la misma forma pero con otra cosa que no sea un plato. - Y para explicarme ángulos rompió una silla.... - Volvió a bostezar y sopló el pelo de Kalus que había atentado con meterse en su boca.