Soulmates #Love #Love #Hate #Hate #Hate #Hate

- "¿No es una lástima que ese collar de jade y oro se luzca sólo en maniquíes? Nos vemos el domingo a media noche. Obsidiana." Ése fue el mensaje que el famoso ladrón dejó en la puerta de la exhibición de joyas que da lugar en la galería xxxxxx ¿Aparecerá? Hasta ahora nunca a faltado. Tampoco ha fallado. ¿Logrará la policía detenerlo o serán burlados de nuevo? Son las 11 en punto así que en una hora lo sabremos si es que Obsidiana mantiene su infalible puntualidad! Mientras tanto vamos con Bibi! Qué esta en vivo en la escena! ¿Cómo anda todo por allá, Bibi? -
Timothy apagó el televisor y se dió vuelta sobre el sofá donde estaba, abrazando un almohadón, para ver a su hermano que se preparaba para salir. - Ta, ya te vas? - Preguntó con un inconfundible tono triste en la voz. Tahiel le sonrió y asintió. - Tengo que trabajar, además ya hice la cita. No puedo faltar. - Le explicó cerrando el cierre de su campera antes de acercarse y darle un beso en la frente a su hermano. - Andá a dormir que ya es re tarde y mañana tenes clases. - Le ordenó, agarró el bolso que tenía al lado de la puerta y salió.

Se subió el cuello del sobretodo cuando una brisa furtiva le rozó la piel enrojecida por el frío. -Maldita sea- masculló al verde forzado a sostener la prenda cerrada con una mano desnuda, los guantes olvidados en el primer cajón del escritorio el viernes. De por sí, la idea de trabajar un domingo no le había dado mucha gracia (aunque no tuviera otra cosa que pasear a sus perros por hacer) pero con semejante noche helada, consideró pedirse en adelanto unos días de vacaciones cuando regresase a la oficina al día siguiente. Chasqueó la lengua intentando esconderse en su abrigo; más que vacaciones terminaría con licencia por enfermedad.

Una mano pesada en el hombro lo sacó de sus pensamientos y miró hacia el responsable con cara de pocos amigos. Un hombre de camino a los sesenta le sonrió,las mejillas y la nariz enrojecidas a causa del clima. -Capitán- dijo a modo de saludo, desenterrando su barba recortada del abrigo muy a regañadientes. El otro sólo se limitó a asentir, volteando hacia la galería a sus espaldas. Ya faltaba media hora para el momento acordado y la tensión se cortaba con navaja.

-No esperaba verte a ti tiritando, Tony- bromeó su superior, volviendo la vista a él -No eres una especie de radiador portátil?- agregó rápidamente, robando un par de sonrisas a los oficiales cercanos.

-Es una forma de ponerlo- concedió el usuario de magia de fuego, no pudiendo molestarse por la analogía -Pero eso me hace sentir más el frío-

El de pelo entrecano pareció meditar la validez de sus palabras y asintió, acercándose un paso y descansando un brazo por sus hombros. Se rió de la ceja alzada del detective. -De verdad eres un jodido radiador- Anthony revoleó los ojos pero lo dejó hacer, su mal humor disipándose un poco.

La broma duró hasta que sólo faltaban quince minutos y cada quien se ubicó para intentar atrapar al ladrón que se empecinaba en aludirlos. "Más le vale venir, después de tenerme congelándome en la calle durante medio domingo" amenazó silencioso, las manos en los bolsillos listo y atento.

Sólo se alejó una cuadra de su casa y se detuvo en uno de los tantos callejones oscuros que había en esa zona. Era un barrio pobre lleno de ratas, pero por lo menos no llegaba a ser un conventillo de casas improvisadas.
Miró la luna llena que había en el suelo y se agachó para levantar la pesada tapa de alcantarilla que ya tantas veces había usado, sacó una linterna del bolso antes de echárselo al hombro y bajó las escaleras de caño hacia el angosto pasillo que corría al lado del río de agua putrefacta.

Conocía aquél laberinto de alcantarillados que se extendía bajo la ciudad mejor que la palma de su propia mano. Todavía quedaban mas de 50 min para la hora acordada y caminar hasta allí le tomaría alrededor de cuarenta. Incluyendo algunos altercados que podría cruzarse en el camino y no tardaron en aparecer: Una reja que le cortaba el paso cerrada con candado.
Tahiel dejó su bolso en el suelo y sacó de uno de sus bolsillos el juego de llaves que se había armado a través de los años, era sencillo si sacaba un duplicado de la cerradura en hielo y luego lo pasaba a un molde de cera para hacer la llave mas tarde.
Se cruzó un par de rejas mas y saludó a varias ratas en el camino hasta que se detuvo bajo una boca de alcantarilla desde la que se oía un leve bullicio. Miró la hora 11.53. Puntual, como siempre.

Observó el suelo y con un gesto de su brazo hizo que toda el agua y la humedad que lo cubría se moviera y uniera a la corriente del costado, lo mismo con las suelas de sus zapatos y el dobladillo del pantalón. Sacó un par de guantes de su bolso, se los puso y luego un toallon que extendió en el suelo. Apoyó el bolso sobre él y comenzó a sacar su contenido. Un cambio de ropas, una botella de agua, un uniforme de policía y una máscara. Se desvistió y colocó el cambio de ropas, un conjunto de unas calzas negras y una remera ajustada sin mangas del mismo color; luego el uniforme. Guardó el buzo y lo que tenia puesto antes dentro del bolso, la mascara en un bolsillo y sujetó la botella de agua con un cordón a su cinturón. Se peinó su pelo azabache hacia atrás, ató lo que pudo con una goma elástica, creando una colita de apenas unos centímetros y lo cubrió con la gorra del uniforme policial.
Por último agarró el bolso, sacó dos bolsas plásticas de uno de sus bolsillos y en una de ellas puso la toalla que luego volvió a meter al bolso. Luego el bolso dentro de la otra bolsa plástica (esta de un tamaño mayor) a la que intentó quitarle toda el aire posible antes de sellarla bien y dejarla con su contenido, a que se hunda en el río de podredumbre.

Ahora sólo le faltaba subir y entrar a la galería desde la alcantarilla que previamente siendo un "visitante " se encargó de encontrarla (en un ángulo que las cámaras de seguridad no llegaban y alejado de todos los lugares pertinentes por lo que no habría tanta seguridad en su cercanía) y de aflojarla para que sea fácilmente abierta desde abajo.

Volvió a ver la hora en el reloj sujeto a su muñeca: 11.59. Sonrió.

Mantener a los mirones a raya había sido una tarea ardua, pero ningún civil, periodista o no, había logrado cruzar el perímetro que habían montado en toda la cuadra de la galería. Él había estado supervisando, intuyendo que Obsidiana aprovechaba el revuelo de sus "avisos" como parte del acto. Respiró profundo, contemplando el aliento disiparse en vapor frente a su nariz enrojecida. Tuvo la sensación de que era tarde, entrada la madrugada, aunque bien sabía que no era así. Había estado esperando la medianoche con ansias.

Revisó su reloj, levantándose la manga izquierda (en sus diversas capas) y miró sin pestañear como las 00:00 se convertían en las 00:01. Dejó de respirar y manoteó su radio del cinturón, esperando escuchar la partida de que todo estaba en orden. Pero lo único que oyó fue el eco de la alarma de la galería en las calles; un sonido que le pareció lejano y opacado ante la rabia zumbándole en los oídos.

Habían fallado y, otra vez, Obsidiana se había escapado frente a sus nariz con el motín prometido. Otra vez, había vuelto a perder.

En un rincón de la galería una tapa de alcantarilla comenzó a moverse, primero se elevó unos pocos centímetros, como si bajo ella alguien estuviera verificando que nadie estaba cerca. Luego se corrió hacia un costado, dejando a la vista el hueco que cubría y de su interior salió un policía.
Tahiel volvió a revisar sus alrededores antes de tapar, con cuidado de no hacer mucho ruido, su método de entrada. Ésa había sido una de las entradas mas fáciles que había hecho. Tuvo suerte que el interior de la galería estuviera conectado con el alcantarillado y no tuvo que hacer, como otras veces, de esconderse mas de 24hs en algún conducto de ventilación o sótano polvoriento, ni tuvo que pensar un gran método rebuscado para infiltrarse.
Sonrió satisfecho y revisó que el agua de las cloacas no hubiera subido con él, no en el suelo, no en su ropa, no podía permitirse dejar un rastro.
También tenía suerte de que la policía se concentrara en las entradas, vigilando a la gente que se había reunido e intentando evitar que él entrara. Pero él ya estaba dentro.

Comenzó a caminar tranquilo por los pasillos desiertos de la galería, se había memorizado su estructura y estaba tomando el camino que había considerado estaría menos vigilado para llegar a su objetivo. ¿De todos modos por qué apurarse? Un policía patrullando no levantaba sospechas.
"Soy nuevo? Transferido de otro departamento? Hmm cuál? Xxxxx? Ah! Milton Harris! Ésta vez quiero ese nombre~" Comenzó a pensar divertido una coartada por si se cruzaba con alguien pero no llegó a utilizarla.

Llegó a la sala donde estaba el collar sin ningún percance. Sólo había dos guardias. ¿Será porque aún no había pasado ni 1 minuto desde las 12?
Se bajó la visera del gorro para cubrir su rostro y desató la botella de su cintura para tomar un trago mientras se acercaba. Los guardias al principio lo vieron con sospecha pero al ver su uniforme se calmaron y siguieron en guardia de la aparición del "ladrón".
- Todo bien? No hay rastros de Obsidiana? - Les preguntó al acercarse, manteniendo el ángulo de su cabeza de forma que la visera del gorro les impidiera ver su rostro completo.
- No, pero ya son las 12. Debería aparecer pronto. - Le respondió uno y el otro asintió antes de darse vuelta para vigilar el otro lado del pasillo.
- Si... Agua? - Coincidió y le ofreció al mas cercano, acercando la botella a su rostro. El guardia estaba negando cuando el liquido se movió solo, saliendo de su recipiente y pegándose a su rostro impidiéndole respirar o hacer sonidos fuertes. El otro guardia se dió vuelta sorprendido por los repentinos gemidos y movimientos de su compañero, solo para encontrarse con una sonrisa y un golpe seco en su nuca que lo dejó inconsciente. Al instante lo siguió su compañero.
Con los dos guardias en el piso, Obsidiana suspiró. De nuevo, había tenido suerte al agarrarlos por sorpresa. Devolvió el agua a su botella y se sacó rápidamente el uniforme de policía para quedar con sus ropas oscuras. El disfraz no le iba a servir si corría hacia el lado opuesto que el resto. No dejó de observar hacia el suelo hasta que hubo sacado su mascara del bolsillo y puesto sobre su rostro. No podía dejar que lo graben las cámaras de seguridad.

Entró a la sala y miró el collar. "Sonemos la alarma" Pensó divertido y, con el puño envuelto en las prendas que acababa de quitarse rompió el vidrio protector y agarró la joya. Tiró el uniforme a un costado y no se detuvo a admirar su nueva adquisición. Se la colgó al cuello y comenzó a correr de vuelta a la alcantarilla tomando el camino que mas se alejaba de las entradas. La alarma ya había sonado y una horda de policías debía estar corriendo desde su puesto previo hasta la sala del collar.
En su ruta de huida sólo se cruzó con unos pocos agentes que debían haber estado haciendo patrulla en el interior, como él había simulado, pero pudo evitarlos a tiempo escondiéndose tras unas columnas. Los agentes pasaron corriendo junto a él.
No se cruzó con nadie mas mientras llegaba a la alcantarilla y bajaba por ella, obviamente se aseguró de dejarla bien cerrada.

Tahiel quería reír mientras corría junto al río putrefacto y acariciaba la gema en su cuello. Había sido uno de los robos mas fáciles que había hecho. Se detuvo en la primera reja para tomar un poco de agua de su botella (que había conservado en caso de que necesitara hacer uso de sus poderes) pero luego de pensarlo desistió, no iba a tomar del agua que le había lavado el rostro a alguien.
Se agachó junto a las rejas e inspeccionó el agua hasta encontrar lo que buscaba: Su bolso atrapado entre los barrotes.
Hizo que se acercara a él y lo agarró asqueado con la punta de sus dedos. "Odio esta parte..." Lo sacó del agua y apoyó en el suelo antes de hacer que el agua sucia se desprendiera de la bolsa, aunque la mugre seguía allí...
Sacó el bolso de la bolsa plástica y comprobó con alivio que el agua putrefacta no se había filtrado dentro. Se colgó el bolso al hombro y pasó las rejas que había dejado abiertas en su ida y ahora volvió a cerrar con su respectivo candado. Desde ahí siguió su camino a casa sin mayor apuro.
Cuándo llegó a la alcantarilla cercana a su casa se quitó el collar y guardó en el bolso junto a la botella antes de volver a la superficie.

Lo recibió la brisa nocturna que le dio escalofríos y puso sus brazos descubiertos en piel de gallina. A Tahiel le gustaba el frío y no le molestaba estar sin mangas en aquél clima. Pero cuando soplaba el viento sí lo sentía y quería aunque sea cubrirse con un buzo.

Observó el caos que se armó en cuestión de segundos luego del aviso por radio. A diferencia de los demás, no se apresuró al interior de la galería. La policía científica estaba en camino con sus especialistas antipáticos y su equipo complejo, por lo que era mejor mantenerse fuera del ambiente y dejar que los inspeccionaran. Aun así, intuía que este robo no sería diferente a los anteriores; en el informe, en negrita, aparecerían las tres palabras que ya había llegado a aborrecer: "Sin pistas concluyentes".

Se le cruzó la idea de encenderse un cigarrillo, pero sabía que se le consumiría en un pestañeo con tanta tensión. Era difícil mantener su "llama interna" bajo control en momentos como estos. Se contentó con patear un poco de mugre del suelo, recorrer un poco el perímetro y esperó que hubiera orden de irse a casa. En primera instancia tampoco sabía porqué lo habían llamado y el caso tenía a otro detective asignado ya, pero siendo el nuevo estaba obligado a que lo llevasen por todos lados aunque no le correspondiese. Algún día él tendría a un nuevo al que "pasear" y enviar a lugares que no quisiera ir... Si fuera como los demás. Pero trabajo le gustaba, con o sin noches heladas infructíferas.

No encendió la radio en el camino a casa, prefiriendo su propia selección de música para llenar el vacío del auto. No estaba de humor para oír las noticias del robo que no habían podido frustrar; ya tendría bastante de eso al otro día. Y al siguiente. Hasta que encontrasen algo más redituable de qué hablar.

En su apartamento, lo recibieron sus tres perros con la emoción que sólo ellos pueden mostrar. Por supuesto, se detuvieron al momento que se los ordenó y cada quien recibió su caricia de recompensa. Le resultaba cómico que siempre se sentasen en el mismo orden: Ruth, una pastora alemana, Heim, el doberman, y Klaus, cuyo parecido lo invitaba a decir que era un San Bernardo aunque sabía que no lo era pero no podía recordar su raza. Tras el habitual ritual, los canes se dispersaron por la casa y Anthony se dejó arrastrar por inercia a su cuarto.

Los zapatos tirados a un costado y cambiado con sus últimas energías, el rubio se tiró a la cama, enterrando la cara en la almohada y cubriéndose bajo dos frazadas bien pesadas. Pocos segundos después los pesos extra en la cama de dos plazas delataron la presencia de sus fieles mascotas y se quedó profundamente dormido con los ronquidos de Klaus de fondo.

Cuando regresó a su casa se quitó el bolso del hombro y disfrutó el leve cambio de temperatura y la falta de viento. Su hermano, Timothy no le había hecho caso cuando él se fue y se había quedado dormido con la tele prendida sobre el sillón, hecho una bola que dejaba notar el frío que sentía y abrazando el mismo almohadón que cuando Tahiel salió casi a media noche.
El mayor suspiró y dejó sus cosas sobre una mesa, fue al cuarto de su hermanito a prender la luz y verificar que no había nada sobre su cama y volvió a la sala de estar para cargarlo, intentando no despertarlo, hacia su habitación dejándolo allí bien arropado. Le devolvió despacito los cabellos y apagó la luz antes de salir.
- Un baño. Necesito un baño. - Murmuró pensando en las alcantarillas. Un BUEN baño.

A la mañana siguiente se despertó pasado el mediodía cuando Timothy volvió del colegio y lo llamó para almorzar.
Siempre que pasaba eso Tahiel no sabía que hacer. - Tim, te dije que me levantarse para que haga el almuerzo, no que me despierte con el almuerzo hecho. - Lo reprimió ya algo resignado y volvió a recibir la respuesta cotidiana. "Pero tu comida es horrible"

Timothy apenas tenía 12 años y ya se encargaba de casi todas las tareas de la casa el mismo. Iba y volvía solo del colegio y estudiaba como correspondía. Tahiel no podía mas que estar orgulloso de su hermanito y reprocharse el por qué no podía ser un mejor hermano mayor. Pero sin sus padres había hecho lo mejor que había podido desde sus 20, cuando quedaron él y su pequeño hermano de apenas 5 años solos... Aunque en realidad había sido desde sus 15, cuando su madre murió y quedaron a cargo de su no muy buen padre.
- Tienes razón... Pero no por eso tenes que cocinar vos! - Volvió a protestar sentándose a la mesa y Timothy le pasó un plato relleno de fideos con tuco.
- No se de que te quejas. Sabes que mi comida es deliciosa. - Bromeó algo egocéntrico y Tahiel no pudo hacer mas que reír y estar de acuerdo con su hermano pequeño.
- Después voy a ir al supermercado, anótame que falta y si necesitas algo. - Le avisó para hacer después del almuerzo.

Ruth lo despertó como cada mañana, con sus ladridos cortos y graves mezclados con gruñidos, con su severidad maternal, alrededor de las seis y media. Hubiera querido ignorarla, darse media vuelta y seguir durmiendo, pero Klaus tenía el otro flanco cubierto; abrió los ojos a segundos de tener todo el rostro lambisqueado. Se alejó por reflejo y acabó cayéndose de la cama, a los pies de la ovejera que pareció burlarse de él con algo parecido a una sonrisa en sus facciones caninas.

En momentos así, deseaba poder molestarse de verdad con ellos. Pero un empujoncito a la altura de la rodilla con el morro después, ya estaba sonriendo y acariciando a Heim y a Ruth, mientras el hiperquinético de Klaus movía la cola esperando su turno. Los dispersó con un gesto de la mano y se cubrió la boca con la otra mientras bostezaba. Estaba de camino al baño, los pies descalzos sobre la alfombra sintética, cuando escuchó su celular. Volteó para revisar si estaba sobre la mesa de luz pero había sonado desde más lejos. ¿Quizás la sala? Tras un breve momento de duda, recordó haberlo llevado en el bolsillo del sobretodo durante la guardia anoche...

Encontró el dichoso aparatito en donde creyó que estaba y revisó los mensajes. Algunos de sus compañeros de trabajo en el grupo de mensajería, pasando fotos de mujeres desnudas, chistes bastante estúpidos y videos de accidentes de tránsito; nada fuera de lo normal. Tenía un mensaje de su madre, pidiéndole que la llame, para variar. Y el más importante, un mensaje del capitán. Las cejas casi le llegaron al nacimiento del pelo en la frente al leer que tenía el día libre. <Gracias por colaborar anoche. Aprovecha y duerme hasta tarde por una vez. Mañana en horario normal.> Le había enviado el mensaje a él, y a otros 5, alrededor de las 4:30 de la mañana. "¿Qué rayos hace despierto a esa hora? ¿Siquiera durmió?", a veces cuestionaba cuán sana era la actitud de su jefe respecto a su trabajo. Pero, siendo honesto consigo mismo, no era un trabajo que permitiese separarlo de la vida privada de forma tajante. Siempre tenía que estar alerta y dispuesto. Al igual que los médicos, un policía nunca dejaba de serlo.

Sin embargo, y hasta que hubiera una emergencia que requiriera su inmediata presencia, iba a aprovechar su inesperado día de descanso. Le pareció sensato ponerse al día con las tareas de la casa; la ropa sucia ya había devorado el contenedor de plástico y al menos tres baldozas de sus alrededores. Desayunó fuerte, más de lo que hubiera acostumbrado un lunes, y puso música como para acompañarse mientras ordenaba y hacía quehaceres varios. Un buen almuerzo después, y las miradas ansiosas de seis ojos oscuros, optó por un paseo (más bien no tuvo demasiada alternativa si quería que la limpieza le valiera de algo).

Un jean azul roto bajo las rodillas, botas marrones y un buen saco de paño azul francia sobre la remera y el canguro negro, agarró correas para los tres enormes perros pero no los ató. Abrió la puerta del departamento, seguida por la del edificio, y se dirigieron al parque cercano donde los canes empezaron a correr a lo loco, jugando con otros congéneres y olfateando cuanto centímetro tuvieron al alcance. Anthony se enterró en la bufanda tejida azul marino, disfrutando de la sensación de cosquillas que le producía al rozarle la barba, y disfrutó del espectáculo sentado en una banca cercana.

Después de cenar y lavar los platos, Tahiel y Timothy revolvieron la heladera y alacenas listando las cosas que faltaban. Se puso un buzo negro sobre la remera arrugada con la que durmió y se dejó mismo joggin azul.
- Ya salgo, vuelvo en un rato. I pasa algo llamame y no le abras a nadie. - Le avisó como de costumbre y recibió en respuesta un saludo mudo acompañada de una expresión que decía"No, en serio? Me lo decís siempre" en el rostro de su hermano.

Revisó por enésima vez la lista de compras y la comparó con el contenido su canasto antes de ir a agarrar unos paquetes de galletitas y dirigirse a la caja. Guardó la lista en su bolsillo mientras sacaba su billetera y luego de pagar y recoger las bolsas con lo comprado salió del supermercado, dispuesto a caminar las 5 cuadras que lo separaban de su casa.

Cuando comenzó a atravesar el parque que estaba de camino notó levantarse el viento y se encogió de hombros, pasó el par de bolsas que tenia en una de las manos a la otra y se acomodó la capucha del buzo alrededor de su cuello. Aunque el día estaba helado, el parque seguía teniendo varios visitantes, algunos niños en los juegos, sus madres vigilando; algo mas de la mitad de los bancos estaban ocupados y perros corrían libres por el pasto corriendo y jugando unos con otros.

A mitad del parque un par de perros enormes se acercaron corriendo y detuvieron bruscamente frente a él al mismo tiempo que un par de patas enormes se apoyaban en su espalda, haciéndole perder el equilibrio y en su intento de esquivar a los canes que tenía en frente perdió la oportunidad de evitar su caída y tuvo que soltar las bolsas, que desparramaron todo su contenido sobre el camino de asfalto y el pasto de sus costados, para amortiguarla y no sufrir ninguna herida.
- PERO LA PUTA QUE...!!! - Exclamó molesto al ver el desastre y miró a los perros con odio, desde el suelo, antes de buscar a sus dueños con la mirada con el doble de odio en sus ojos. - Quién es el maldito idiota que deja a sus perros sueltos!? - Gritó furioso y volvió a vociferar insultos cuando sintió una sensación húmeda sobre su mejilla y luego la misma sensación fue extendiéndose llenando su rostro de baba de perro.

A pesar del tamaño y la energía de sus perros, no eran de meterse con la gente, por lo que se permitía distraerse y perderse en sus pensamientos. Se abstuvo de pensar en su trabajo, en el asesino que podría estar a la vuelto de la esquina, de los amigos a los que no había visto en un buen tiempo. Cerró los ojos y se concentró en lo fresco de la tarde, en como el invierno le sentaba bien a algunas plantas, de lo grato que era oír risas de los niños jugando afuera. En momentos así el tiempo parecía ir en una velocidad distinta, apropiada.

Pero toda la tranquilidad fue interrumpida por un insulto proferido a los gritos. Saltó del banco a fuerza de reflejos entrenados y volteó, buscando la fuente de dicha voz; pero nunca hubiera pensando en ver algo así. Le tomó una breve carrera y estuvo junto al extraño tumbado y sus perros; cuando estuvo a unos pasos de distancia se llevó dos dedos a la boca y el chiflido resonó por todo el predio. Los tres canes se detuvieron en seco y voltearon a verlo, acercándose a él y dejando al joven al que habían tacleado. -Lo siento, nunca hacen esto- dijo, con sincera sorpresa, acuclillándose para empezar a juntar algunas de las compras desparramadas en el suelo.

Nunca habían interactuado de tal manera con nadie que no fuera él, especialmente Heim, a quién había sacado de un refugio en el que terminó porque su familia anterior lo había apaleado y matado de hambre. Sin embargo, parecía tan dócil y amistoso como Ruth y Klaus ante este hombre. No le encontró explicación y se sintió algo mal por el pobre sujeto; sabia por propia experiencia lo que era ser emboscado por el trío de los rabos felices.

- Nunca hacen esto y una mierda! - Se quejó al fin sin las bestias a su alrededor y se levantó el cuello del buzo para limpiarse la cara en su interior. Con un simple silbido los enormes perros se habían alejado al instante para rodear a su inútil dueño.

El hombre que parecía ser de su misma edad estaba acuclillado levantando las compras. Llevaba unos jeans rotos, no por uso sino por moda, y de abrigo llevaba un saco de paño azul. ¿Quién salía vestido de esa forma sólo para pasear perros? El rubio aquél no solo era un idiota que no sabía controlar a sus mascotas sino que también parecía ser un estúpido de esos que no tienen nada mejor que hacer y salen siempre bien vestidos a la caza de mujeres.
/Lo siento. Sos un mujeriego ahora(?/

- Si tus perros no tienen modales no los pasees sueltos. - Se quejó también arrodillándose para recoger sus cosas y agregó un "idiota" más en un susurro para sí mismo, albergando el deseo oculto de que lo escuchara.

Se sorprendió ante la respuesta del otro; entendía que estuviera molesto pero no parecía haberse hecho daño. Ni que lo hubieran mordido o se hubiera lastimado. -No son perros maleducados; esto nunca había pasado. No tenes porqué ofuscarte tanto- le replicó, con su buen humor desvanecido.

Reembolsó lo que tuvo a la mano y se puso de pie, algo brusco, tendiéndosela al otro. No quiso decirle más nada y le dirigió una mirada nada amistosa, su postura delatando su fastidio. No tenia ninguna necesidad de ser un cretino y menos cuando no le había pasado nada.

"Ofuscarte" ¿¡Qué mierda quiere decir "Ofuscarte"!? La palabra desconocida sólo lo enfureció mas.
- Si claro. Lo que digas. "Mi perro es un santo, super educado y obediente hasta que le clava los dientes a alguien y no puedo negarlo mas" - Se burló luego de recoger las cosas y levantarse, mientras recuperaba la bolsa que le tendía el idiota de un manotazo.
- Imbécil. - Volvió mascullar dándole la espalda y sin siquiera despedirse, menos agradecer, continuó su camino.

Llegó al pequeño departamento en planta baja en el que vivía con su hermano aún rebosando de mal humor. No tenía ganas de ver el estado en que debían estar la mayoría de las compras. Ni los huevos. No quería ver los huevos.
- ... Ta, qué te pasó? - Lo recibió su hermano y preguntó al ver los hilos brillantes de baba seca que adornaban su buzo junto a las manchas de barro y tierra que se extendían hasta sus pantalones.
Tahiel bufó y dejó las bolsas sobre la mesa. - Cuando pasé por el parque los perros de un pelotudo se me tiraron encima y tiraron todo al piso. - "Incluuyendome" No lo agregó porque era evidente y porque su hermanito ya había dejado de escucharlo y se había largado a reír a todo pulmón de su infortunio.
- JAJAJAJAJA ¿En serio? No vale! Quisiera haberlo visto! - Rió mientras empezaba a sacar las cosas de las bolsas, primero en busca de las cosas de heladera para guardarlas. - Pffff JAJAJAJAJAJA - Volvió a soltar una carcajada cuando de una bolsa sacó un tarro de dulce de leche adornado con un par de hebras de pasto y un poco de tierra.
Tahiel chisto enojado y dejó a su hermano riendo y guardando las cosas mientras iba a sacarse la ropa sucia. Si se quedaba mas tiempo oyendo las carcajadas de Tim iba a terminar olvidado su mal humor e iba a comenzar a reir junto a él.

No le pareció que valiera la pena insultarlo, por lo que se alejó del morocho casi en simultáneo mientras los perros lo seguían, queriendo jugar con él. Perdió el gusto de estar en el parque y optó por volver a casa, pero a pasos lentos y lánguidos para que el paseo se les hiciera un poco más largo el paseo sus mascotas.

Tenso y de mal humor, le pareció buena idea encerrarse en el pequeño gimnasio que había montado en el cuarto que solía ser de servicio, para desagotar el stress. Estuvo haciendo ejercicio durante casi una hora cuando sonó el teléfono fijo y se vio forzado a detenerse. -Hola- atendió algo agitado y se encontró con la voz reseca pero alegre de su madre. Suspiró y empezó a caminar por el departamento, lo poco que sus muebles le permitían en el pequeño 2 ambientes, preparado para una larga conversación.

Se dirigió a su cuarto, sabiendo que tendría que volver a cambiarse del jogging gris oscuro y la camiseta que se había puesto para ejercitarse. Puso la llamada en alta voz y dejó el inalámbrico sobre la cama mientras se desvestía. Sin embargo, al pasar sin remera frente a placard con espejo...

-Ma, te dejo que me voy a duchar para mañana...- ella aceptó gustosa y se despidieron. Cortó la llamada sin dejar de mirar hacia el espejo y luego caminó hacia él casi perplejo. Se giró un poco para poder ver su hombro izquierdo, más específicamente su omóplato. Y sólo se le vino a la mente una cosa.

<Me quiero morir>

Tiró el buzo y el pantalón en el canasto de ropa sucia, se dejó la remera de manga corta que se había salvado y se puso otro jogging.
- Ta! 4 de los 6 huevos están rotos y los otros 2 están resquebrajados y uno de los paquetes de leche está explotado. Dejaste todo un rastro en la entrada del edificio tambien. - Le avisó Timothy intentando contener sus risas mientras limpiaba el desastre que había hecho su hermano.
Tahiel bufó molesto y revolvió su bolso hasta encontrar el collar que había robado la noche anterior. - Si, si. Vos reíte. - Se quejó aunque ya no tan enojado. - Voy a trabajar así que no molestes. - Le avisó antes de encerrarse en la habitación que hacia de estudio/taller de trabajo.

Vivían en un pequeño departamento de 3 ambientes. Incluyendo la habitación dónde dormían ambos hermanos, la otra habitación que Tahiel usaba para hacer joyería y donde tenía todos sus materiales y herramientas, la sala de estar que estaba combinada con la cocina y el baño. La puerta de entrada combinaba el living/cocina con el pasillo de entrada del edificio donde a su lado estaba el ascensor y la única ventana que daba hacia la calle estaba en el cuarto donde dormían. La habitación que Tahiel usaba para trabajar era oscura y no tenía ni una sola ventana.

Salió de su encierro horas después cuando vio que ya eran las 8 de la noche. Si se hacia un poco mas tarde iba a salir e iba a encontrarse con que Timothy había hecho la comida de nuevo.
- Y? Qué hiciste "Amatista"? - Preguntó Tim cuando Tahiel pasó junto a él para dirigirse a la cocina con un dejo de burla en su apodo. Siempre había pensado que lo apodos que se buscaba su hermano para sus trabajos eran extraños, pero el que usaba de firma en las joyas que "reciclaba" tenía un toque femenino que siempre le daba gracia.
El mayor lo miró un poco molesto, sabiendo ya el por qué de su tono pero no pudo enojarse al ver que sobre la mesa de la cocina, su hermano menor estaba rodeado de cuadernos y fotocopias, claro indicio de que mientras él había estado encerrado derritiendo el oro y haciendo un par de pulseras, Timothy había estado estudiando y haciendo sus deberes. Ademas las compras ya estaban todas guardadas en su lugar y mencionado rastro de leche había desaparecido.

- Un par de pulseras y terminé un collar que ya tenía empezado. - Le respondió abriendo la heladera para agarrar el par de huevos que se habían salvado. Un par de omelletes con una ensalada de tomates alcanzaría para la cena.

Después de un par de palabras mas intercambiadas Timothy siguió con sus estudios y dejó a su hermano concentrarse en cocinar. Sabía por experiencia que si seguía distrayéndolo su desastrosa cocina iba a pasar al nivel de catastrófica. Hora y media después la comida ya casi estaba y comenzó a recoger sus cosas para despejar la mesa y poner manteles y cubiertos mientras se preguntaba cómo hacia Tahiel para tardar tanto en sólo un par de ohmelletes y unos tomates. Ése era uno de los misterios que nunca iba a entender.

- Ta... Fuiste borracho a algún lado últimamente? - Le preguntó de repente, cuando se acercó al cajón de los cubiertos que estaba junto a donde Tahiel estaba terminando de acomodar la comida en los platos.
- No ¿Por qué? Sabes que no me gusta el alcohol. - El mayor dió la respuesta obvia. Creía que su hermanito sabía cuanto detestaba las bebidas alcohólicas por culpa de su padre.
- Entonces quién es Anthony? - No entendió la pregunta que le hacía Timothy hasta que lo vio y siguió su mirada hasta su propio brazo.
- ¿¡Qué carajos!? No, mierda! No! Qué mierda es esto!? - Gritó entre incrédulo, asustado y furioso mientras su hermanito volvía, de nuevo, a reírse de su infortunio y lo detenía a tiempo de que intentara lavarse el brazo con la esponja de acero de las ollas luego de que el maldito tatuaje no saliera con detergente y agua.

A pesar de lo que le dijo a su madre, la ducha se convirtió en un baño relativamente largo en el que se dedicó a pensar de la nueva adquisición en su espalda. Tener un tatuaje no era una experiencia nueva para él, que ya tenía un águila germánica y una cruz celta, ambos en honor a su padre y a su profesión. Pero había tenido a este tatuaje en particular durante una buena parte de su vida.

Almas gemelas. El concepto le había molestado desde siempre, sobre todo porque sus padres habían decidido a oponerse a ello de alguna forma y los demás niños y padres se habían empecinado en estigmatizarlos por ello. Pero él lo recordaba muy bien; sus padres se amaban tan o mas profundamente que aquellos elegidos por el "destino" para estar juntos. Siempre había creído que él tampoco conocería a la suya y elegiría compañera a la vieja usanza pero...

Recordarlo le dio escalofríos y se preguntó si era posible que ya se le hubiera enfriado el agua. Tenía el nombre de un hombre en su espalda. Un hombre. Nunca había tirado para ese lado, y aunque no le generaba completo rechazo, tampoco le producía ningún tipo de interés. Pero las fuerzas cósmicas no estaban de acuerdo.

No recordaba cuándo le había prestado atención a su espalda por última vez y eso lo angustiaba. Podía haber aparecido hace días ya, y cualquiera podía haber sido. Cualquier fulano que haya rozado sin querer en el metro hace unos días, el joven de la cafetería que le pasó el café antes de ayer, o mismo al niño al que le impidió correr detrás de la pelota hacia el tráfico la semana pasada. El concepto de popularmente conocido como "soulmate" no sabía de límites de edad ni de género. Se sumergió en el agua caliente hasta el mentón.

Se suponía que debería poder hablar con él. ¿Era muy pronto para intentarlo? ¿Quería siquiera hacerlo? No estaba seguro de querer conocer a este sujeto; secretamente una parte de él temía que tuviera razón el cosmos. Suspiró y salió de su momento meditativo. Tenía mejores cosas que hacer y pensar.

Se vistió y se fue directo a la cama; no tenía apetito y ya se le había hecho tarde. Sin embargo, le costó un poco quedarse dormido. La compañía de sus amados canes fue de gran ayuda y, con Klaus acurrucado a su lado, robándole parte del brazo, pudo conciliar el sueño.

Sabía que era un tema serio y a su hermano no le agradaba para nada. Pero era demasiado divertido como para resistirse.
- Anthony eh? Es un nombre bastante. Pfff! Masculino jaja. - Timothy rió rompiendo el silencio sepulcral que se había hecho mientras cenaban e ignoró la mirada asesina que le lanzaba Tahiel. - Jajajaja, Anthony, no sabía que tirabas para ese lado Ta. Jajajajaja - A Timothy le era imposible llevarse bocado a la boca. La situación era demasiado hilarante. - Dale! Deci, decí. Sos el pasivo o activo? Se van a turnar!? JAJAJAJAAJAJAJJA - El estruendo que hizo su hermano al golpear la mesa para llamarle la atención en un ruego/amenaza silenciosa para que se callara no fue muy efectivo. - Si, si. Esta bien. Está bien. Ya paro.. Off Anthony jajaja .... Ahhh. - Suspiró tomando aire e intentando calmarse. - Pero ayer que recuerde no lo tenias. Así que fue a la noche cuando saliste u hoy. ¡Decime que hay algún chico lindo que se te viene a la memoria! - Volvió a reír sin poderlo evitarlo.
Su hermano siguió en silencio, no solo por su mal humor ni porque no sabía qué responderle, sino tambien porque sabía que si lo hacía no iba a parar mas.
- Me encanta que te diviertas. - Comentó Tahiel secamente cuando terminó de comer y se levantó para llevar su plato a la pileta.
- Oh, vamos. No te pongas así. Se supone que es algo bueno. - Se quejó Tim divertido, conteniendo sus risas. - Se supone que vas a ser feliz y le puedo decir chau a la minas huecas con las que saliste. Todo bien. Pero sofia era una idiota ¿Cómo la soportabas? Y esta Miriam que llama últimamente por teléfono? No me cae bien. - Aprovechó a quejarse de las novias de su hermano, cosa que antes no se había atrevido a hacer tan abiertamente aunque su opinión sobre ellas había sido bastante clara.
- ¿Felíz? - Preguntó el mayor indignado, soltando el plato en la pileta si cuidado de una forma que fue un milagro que no se haya roto. - ¿Felíz como mamá? - Vociferó y apenas sus palabras salieron de su boca se arrepintió de haberlas dicho. No tenía por qué haber sacado aquél tema, sabía que su hermano sólo se estaba divirtiendo y le deseaba lo mejor pero.... ¿Un soulmate? Eso era sólo un parásito que te seguiría el resto de tu vida, del que no te podías deshacer no importa lo que hicieras.
- Terminá de comer y andá a dormir. - Le ordenó y el mismo fue hacia el cuarto a meterse en la cama.

- Ta... Seguís despierto? - Timothy entró despacio a la habitación, después de haber terminado su comida y lavado los platos, vio que su hermano aún no se había dormido y siguió hablando mientras iba hacia su cama que se encontraba al lado de la que estaba ocupada con una mesita de luz de por medio.
- Perdón, creo que me pasé... ¿En serio mamá la pasó tan mal? - Preguntó metiéndose bajo sus sabanas y Tahiel se dió vuelta bajo las suyas para responderle y no darle la espalda.
- No al principio, pero gradualmente fue empeorando y los últimos años fue horrible. - Le contó un resumen bien resumido a su pequeño hermano. Timothy recién estaba por cumplir el año cuando su madre había fallecido...
- Hmmm... - El pequeño murmuró y no preguntó mas nada. No sabía casi nada de sus padres ademas de que eran soulmates y que se llevaban mal; como era natural no tenía ni un recuerdo de su madre y sólo la había visto en fotos. Aunque tenía miles de preguntas las calló y cerró los ojos para intentar dormirse. Ya había molestado demasiado a su hermano, sabía que no le gustaba hablar del tema y, definitivamente, aquél no era el momento.

Maldijo su decisión de no haber cenado la noche anterior al amanecer con un hambre voraz casi una hora antes de su horario habitual. Se hizo un desayuno potentoso, café, jugo, tostadas, galletas. Al trío canino no pareció importarle la diferencia horaria siempre y cuando recibieran su parte del botín.

Se enlistó para el trabajo y salió en pocos minutos luego de haber comido, bostezando de camino al estacionamiento. El recorrido al trabajo lo condujo por inercia, sin pensar demasiado en nada. Pero todo el letargo del sueño se le fue en un instante al ver el campamento que había montado la prensa frente a la comisaría. <Ugh, genial. El circo está en la ciudad.> se quejó mentalmente mientras estacionaba y se colaba dentro del edificio por la entrada trasera.

Sus compañeros lo fueron saludando mientras se adentraba hacia la oficina del capitán para anunciar su llegada. Ceri, una oficial administrativa que hacia las veces de secretaria, le regaló una sonrisa y un café, que él cortésmente rechazó. No tenía interés en mujeres así de... Fáciles.

Cumplido el saludo se dirigió a su sección, revisando los papeles que le habían dejado de casos anteriores. Tenía citaciones a la corte, cosa que odiaba pero no tenía más opción que cumplir; resultados forenses y una nota de gracias de una amiga de una víctima de hace un mes. Le dejaron una copia del informe de Obsidiana, porque sabían que le interesaría saber. Y al parecer, alguien con un ojo detallista había descubierto algo en las cámaras de seguridad. Eso fue inesperado y agendó mentalmente pasarse luego por el departamento de informática para escuchar que tendría el técnico para decir.

- LA PUTA QUE TE RE MIL PARIÓ! - Tahiel se despertó con ese grito en la garganta y, a su vez, despertó también a su hermano.
- Pero qué te pasa? - Le preguntó el menor furioso y bostezando. Eran las 6.27 en menos de 5 minutos se tenía que levantar para prepararse para el colegio y amanecer de esa manera, irrumpiendo sus preciosos últimos minutos de sueño, definitivamente no era de su agrado.
Tahiel lo ignoró y se miró el brazo. Volvió a insultar. No solo no había sido un sueño, sino que había tenido una pesadilla sobre ello.
- Nada, vos seguí durmiendo que hoy te llevo yo. Tenés 30 min mas. - Le comunicó ignorando que su hermano había entendido el por qué de su insulto matutino e intentaba no reír. No tuvo que repetirse, apenas escuchó la noticia Timothy se enterró bajo las sábanas.

A las 7 en punto, Tahiel volvió a despertar a su hermano. Ésta vez de manera mas agradable, con tostadas y una chocolatada. Ya se había vestido con una remera verde seco de manga corta, unos jeans negros y unos borsegos también negros.
Desayunaron juntos, él se tomó un café con leche, y mientras Tim preparaba sus cuadernos y agarraba su mochila, él agarró uno de sus bolsos y metió la joyería que tenía preparada para vender.
- ¿Vas a ir a ver a Will? - Le preguntó su hermano medio dormido, con la mochila al hombro y un nido de caranchos en la cabeza. Tahiel asintió e intentó peinarlo un poco con su mano antes de indicarle que ya salían y pasarle el casco que le correspondía para la moto.
- Dale que si no te apuras vas a llegar tarde de todos modos. - Lo apresuró cerrándole el buzo y empujándolo fuera de la puerta.
El vehículo siempre estaba estacionado en la vereda, bajo la ventana de su departamento. No era ni por cerca el lugar mas seguro para dejarla, pero con varias cadenas y la mínima vigilancia que le daban desde el apartamento nunca se la habían robado.
Tahiel se cerró la campera rompevientos que se había puesto, subió a su zanella que él mismo había pintado hace unos años de un azul petróleo oscuro y luego de encender el motor se dió vuelta para ver como su hermano se acercaba arrastrando los pies lentamente y con los ojos casi cerrados.

Después de dejarlo en la puerta de su colegio pocos minutos antes de las 8 se dirigió a /lavalle(?/ al centro de la ciudad, donde estaban las calles llenas de joyerías para visitar la tienda de Will.
- Aléjate de mi vitrina de amatistas! - Bromeó el mencionado cuando vio lo vio entrar y salió de atrás del mostrador para saludarlo.
Tahiel miró las amatistas y también rió. Su apodo venia de allí, de uno de sus primeros robos cuando era apenas un adolescente y Will lo había encontrado con las manos en la masa mientras intentaba llevarse sus joyas de amatistas.
- Cómo va el negocio? Ésta vez no te traje amatistas pero acabo de terminar unas pulseras y un collar. - Le devolvió el saludo y sacó su mercancía mas reciente.
Después de una charla de negocios y fijación de precios Tahiel salio del local con un fajo de billetes en su bolso y la dirección de un par de locales donde podría vender algunas mas de sus joyas. - Deberías dejar de preguntarme, odio darte la dirección de mis rivales. - Se quejó Will mientras se despedía y Tahiel se rió. - Pero si te vendo todo a vos te van a marcar como mi cómplice. - Le respondió con una sonrisa y Will bufó.
- Eso no tiene nada que ver con que te facilite ayudar a mis rivales de negocios! - Will volvió a quejarse y regresó al interior de su local luego de despedirse de nuevo con un gesto.

-Quédate quieto- le espetó la médica de urgencias mientras atravesaba su carne con la aguja en su antebrazo derecho, cerca de la unión con su hombro, donde la bala lo había rozado.

-Pues intenta ser más amable- replicó un poco molesto, mirando hacia otro lado mientras la otra trabajaba. La escuchó chistar y sintió el pinchazo un poco más brusco. -Vas a dejarme senda cicatriz a este paso-

-Pensé que a los hombres les gustaba tener heridas de guerra- fue su respuesta casi burlona y Anthony se rio por lo bajo aunque no quería.

-El recuerdo de que me hayan disparado es suficiente, gracias. No necesito el souvenir- fue el turno de la médica de sonreírse mientras daba la última puntada y le desinfectaba la costura con inesperada delicadeza.

Mientras ella terminaba y completaba los pertinentes papeles, él repasó los detalles del caso que lo había puesto en esa camilla. Un sujeto alrededor de 40 había intentado escenificar el homicidio de su esposa, inintencionado ya que había sido una tunda en que se le había pasado la mano, por un suicidio. Aún así el marido siempre es el primer sospechoso y, tras las entrevistas iniciales a él y sus vecinos, alcanzó para saber que era el sospechoso correcto. Terminó rastreándolo de camino al aeropuerto local y en una balacera que había terminado con la vida del desgraciado. Y con él con dos dolorosos moretones en su abdomen, cuyos resultados habrían sido funestos sin el chaleco de kevlar, y un tajo que empecinaba en seguir sangrando en su hombro.

Ella apiló los papeles prolijamente y le tendió la receta de los analgésicos, junto con un pequeño papel con un número de teléfono. Sin más se despidieron y el rubio se dirigió a su hogar, sorprendido de que ya fuera de noche. Había sido un día ridículamente largo.

Tahiel había terminado de dar vueltas por joyerías y ya había pasado a comprar algunos materiales cuando, mientras manejaba de regreso y por suerte cuando había parado en un semáforo, sintió repentinos dolores en el estomago, dos horripilantes punzadas que lo hicieron doblarse del dolor y casi caerse de la moto seguido de uno mas en el brazo.

Dolía terriblemente y mientras sufría en silencio y confundido por no entender de dónde provenía aquella sensación tuvo que tragarse varios insultos en respuesta a los que recibía de los vehículos que pasaban junto a él cuándo el semáforo dio luz verde.
Unos pocos minutos mas tarde el dolor amainó, aunque no desapareció, pero le permitió manejar la moto y seguir su camino, si seguía allí parado iban a terminar haciéndole una multa por obstrucción de tráfico.
Al poco rato cualquier rastro del dolor desapareció y se permitió pensar qué había sido aquello. No eran dolores estomacales, definitivamente no. Eran mas como golpes y el de su brazo fue un tajo. Estaba seguro, hasta había sentido su piel abrirse. Pero nada. No tenía nada, ni una marca, ni en su estómago ni en su brazo tenía ningún moretón, ni corte. Nada.
El misterio siguió dando vueltas en su cabeza y hasta se planteó visitar el hospital hasta que, al parar en una inmobiliaria y amagar a quitarse la campera por culpa del calor que hacía dentro por el aire acondicionado Tahiel recordó el tatuaje. Ese maldito tatuaje prueba de su maldito soulmate.

Por mas que quería prestar atención a lo que estaba haciendo y a los departamento que el empleado de la inmobiliaria le mostraba, no podía. Estaba perdido en su odio hacia ese maldito "Anthony" y lo alimentaba con miles de insultos silenciosos.
Desistió en intentar prestar atención y arregló volver otro día. Salió de la inmobiliaria y fue directamente a su casa. Cuando llegó ya comenzaba a oscurecer y se encontró a Timothy viendo la tele, las noticias. Pero cuando vio a su hermano apagó y se levantó para ir a saludarlo. Tahiel odiaba los noticieros, sobre todo ese tipo de noticias familiares; había llegado a escuchar antes de que su hermano apagara el televisor.
El resto del día fue sin inconvenientes y Tahiel omitió el incidente de su soulmate mientras hablaba con Timothy, cenaron y se fue a dormir temprano, antes que Tim que dijo debía terminar unos trabajos para mañana.
Maldijo a los soulmates antes de dormir de nuevo y maldijo el hecho que compartían sensaciones y pensamientos. ¿En qué mierda se había metido ese tal Anthony? Después de dirigirle varios insultos mas y ya al borde de ceder ante el sueño Tahiel se cansó de sus insultos sin receptor. ¿No se suponía que podía mandarle pensamientos? O algo asi? Odiaría que una voz desconocida empezara a hablarle en la cabeza y tampoco quería hacerlo. Pero estaba demasiado enojado y dormido como para no dirigirle a su "querido" Anthony un "Sos un pedazo de mierda." De buenas noches.

El día había terminado a un ritmo mucho más calmo que había tenido horas atrás. El trío cánido supo de inmediato que su dueño no estaba en condiciones y se comportaron mejor que nunca. Se hizo algo rápido de cenar con el brazo bueno y asistencia eventual del herido, y se fue a la cama relajado.

Estaba a mitad de camino del mundo de los sueños cuando el insulto proferido hizo eco en su mente y prácticamente saltó de la cama. Heim se cayó de la cama por su sobresalto y Ruth pasó a postura firme y alerta en un santiamén. El rubio luchó por calmarse y respiró hondo un par de veces. Una voz que no era la suya había hecho eco... En su cabeza...

<Eso no fue muy amable de tu parte. Pero al menos veo que eres consciente de este... Lazo que nos une> dijo a modo de saludo, intentando no enfadarse por lo ocurrido.

Era extraño, incómodo e incordioso. En realidad creyó que nunca hablarían pero allí estaban... Tembló en silencio y se volvió a acostar, mirando el cielorraso repentinamente despabilado.

Estaba ya casi dormido cuando le llegó la respuesta y lo despertó de golpe. Se sobresaltó y se cubrió le rostro con una mano sin poder creer que en serio había funcionado.
No lo había pensado mucho antes de mandar el insulto. Fue impulsado por su malhumor y validado por la poca consideración a causa del sueño.

< Quién carajos no sería consciente de este maldito "Lazo" después de lo de esta tarde? Después me fijo de romperme una pierna a ver si vos no sos consciente también.>

Le respondió irónico y molesto y se dió vuelta bajo las frazadas deseando que no le respondiera para así poder dormir en paz.

Había olvidado el vínculo físico y se sintió mortificado por un momento. Suspiró y negó con la cabeza, al menos no era el único infeliz con todo esto. Acomodó las cobijas con pequeños movimientos mientras pensaba en qué responder.

<No fue adrede. Lamento que lo hayas padecido también.> era lo único que tenía que decir al respecto, pues no quería develar demasiada información sobre lo que hacía o quien era.

No creyó que hubiera más por decir y se permitió relajarse e intentar dormirse, pues tendría que ir a trabajar mañana aunque le quedasen deberes de oficina debido a su herida.

Tahiel bufó bajo la frazada. Que el imbécil lo lamentara no quitaba el hecho de que, si no hubiera parado en el semáforo, pudo haber sufrido un accidente de tráfico y ahora mismo podría estar en el hospital o en la morgue.
No le respondió, no tenía ganas ni encontraba sentido en seguir aquella conversación. Aunque sí tenía ganas de seguir insultándolo pero, por mas que le pese y por mas tarde que haya caído, la contraparte en aquella conversación sí debía estar herido. Y por mas mal que le cayera no iba a andar insultando y molestando personas heridas.
- Todo esto es una mierda. - Masculló en la oscuridad de su cuarto y poco después cayó dormido.

Cuando despertó a la mañana siguiente Timothy ya se había ido al colegio/marteeeees/ y le había dejado un par de tostadas hechas en la cocina. Tahiel desayunó y se encerró en el estudio hasta que escuchó volver a su hermanito y salió para hacerle el almuerzo. - Mas tarde voy a salir a ver mas departamentos, querés venir? - Le comunicó y preguntó mientras hervía agua y cortaba varias verduras.