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Mensaje por Ches Mar Nov 08, 2016 4:35 am

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"Entonces..." Era natural que un soldado del Ejército Real de Su Santidad pusiera una expresión semejante ante el grotesco espectáculo que tenía enfrente. Sus ojos iban de su superior, quien parecía totalmente indiferente, a un desconocido peliverde que /claramente/ pertenecía al bando contrario. Entre ambos, dos cadáveres ensangrentados estaban rotisándose bajo el rayo del sol, cuyo calor era amplificado por las rocas blanquecinas que tapizaban la orilla del rio.
El morocho resignó de la pequeña lucha que habría emprendido contra su encendedor, cuyo yesquero ya había estado dándole problemas desde la mañana, y levantó la vista para encontrarse con la del uniformado. "Entonces," comenzó, algo fastidiado de tener que repetirse, "ellos me atacaron cuando vine por un poco de agua. Por lo visto, se habían infiltrado de parte de la facción conservadora." Su asistente asintió. "Y eso fue todo." Volvió a asentir.

"Entiendo, coronel Rosenkreutz. Deberíamos regresar al campamento, acaba de llegar un telegrama desde la Capital." Fue el turno de Abel de asentir y comenzaron a caminar río abajo, donde el campamento estaba asentado. Alzó una mano como despedida, dejando atrás los cuerpos y a un muy confundido Roh.

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Entonces.... ¿Qué acababa de suceder?
El roh no sabia qué estaba pasando. Se había alejado de su campamento como de costumbre para buscar plantas, poniendo mas atención de la habitual para no cruzarse con ningún humano ya que un grupo de ellos también había acampado cerca. Pero terminó cruzándose con uno de ellos igual y en el peor momento.
Entonces... ¿Por qué?
Estaba seguro que sería incriminado y liquidado en el acto. Obviamente ya estaba apostando en su huída para evitar ese desenlace, pero resultó no ser necesario.
Miró la espalda del humano mientras se alejaba, aún confuso y notó su gesto de despedida.
- Gra... ¡Gracias! - Se apresuró a exclamar en agradecimiento y al instante se dió vuelta y salió corriendo a toda velocidad, no iba a quedarse a seguir tentando su suerte.
- ¡Ziege! - Apenas se acercó a su campamento alguien llamó su nombre. - Ahí estabas, ven rápido que hay problemas. - Lino, un roh pelivioleta(? lo arrastró entre hojas y ramas, árboles y arbustos, hacia la entrada del campamento oculto en la zona más espesa del bosque y luego lo guió hasta una de las decrépitas chozas en las que dormían.
Aunque Ziege se había quedado sorprendido por el hecho de hace algunos minutos, la escena que ahora tenía ante él no le inmutaba. Dentro de la pequeña y decrépita choza sostenida por barro y ramas yacían varios rohs heridos, algunos mas graves que otros, algunos cubiertos con más, otros con menos sangre.
- ¿Que pasó? - Preguntó con calma mientras se desprendía unos de los cuernos de cabra que tenía atados al pelo y comenzaba a sacar hierbas de su interior.
- Humanos. - Respondió Lino mientras se ponía a ayudar al par de rohs sanos que estaban vendando a los heridos.
La respuesta no le sorprendió, sí lo hubiera hecho si hubiera sido una diferente.
Revisó rápidamente las heridas verificando qué hierbas serían necesarias y luego se sentó junto al roh que verificó con la peor herida y comenzó a tratarlo con algunas hierbas tranquilizantes y cicatrizantes donde era necesario.
- Pero estuve cerca del campamento humano y no noté ninguna batalla ni nada por el estilo... - Comentó Ziege con algo de duda. Varias de las heridas eran de bala y estaba seguro de que si hubieran habido mas disparos aparte de los que había hecho el humano pelinegro se hubiera enterado.
- No ... Parece que hay otro campamento no muy lejos. Cuando terminemos el jefe quiere convocar una reunión para ver si movemos o no el campamento. - Respondió Lino poniendo a Ziege al día.                        

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El telegrama estaba en su escritorio al momento de su llegada, el sello lacrado escarlata intacto. Se ocupó primero en cambiarse la ropa ensangrentada, que se le estaba pegoteando en el cuerpo y cuya humedad no apreciaba en absoluto, antes de tomar asiento y ocuparse de sus deberes. Rompió el sello y dejó el papel interior extendido sobre sus mapas mientras hurgaba sus bolsillos para encontrar un cigarrillo y su encendedor. Tras algunos intentos esta vez sí encendió y la primera pitada fue profunda, queriendo compensar todo lo que no había fumado desde el ataque en el río. La información indicaba que debían esperar en su sitio pues pronto llegarían refuerzos. Refuerzos? No recordaba haberlos pedido. Estaban en una misión de reconocimiento, en realidad, por lo que no había necesidad de semejante cosa. Hizo el telegrama a un lado y se apresuró fuera de la tienda a chequear la información con alguno de sus exploradores pero se encontró rodeado en escasos segundos por soldados apuntándoles a sus hombres y a él. "¡¿Qué significa esto?!" Inquirió molesto, los dientes clavados en la colilla del cigarrillo. Pero no necesitó respuesta al divisar el estandarte con las dos cruces, una de ellas rodeada de espinas. Los Inquisidores. La batalla, o más bien masacre, se desató en seguida y no dudó en unirse a sus hombres en ella. Pero fueron superados en número rápidamente y sus heridas se volvieron demasiadas. Al cabo de unos minutos el caos de la batalla se silenció, todo el grupo haciendo en el suelo, muerto, excluyendo a quienes hubieran escapado (Alaric cof cof). Los cadáveres fueron revisados por encima y, al parecer, pasaron por alto al inconsciente general Rosenkreuz. Él despertó al cabo de algunas horas, sintiéndose débil y adolorido. Había perdido demasiada sangre, cortesía del disparo en su torso cerca de su cadera izquierda, y el corte de espada en su hombro derecho.                        
Insultó no tan por lo bajo, negándose a rendirse. Se incorporó contra un árbol pero no tuvo éxito al momento de levantarse del suelo. Ya no podía levantarse y, a ese paso, iba a morir sin remedio.                        

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Cuando Ziege salió de la choza de tratar a los heridos se encontró con casi toda la comunidad de Rohs agrupada en el centro del campamento. La reunión ya había empezado, aunque éso Ziege ya lo había deducido del bullicio y griterío que ya prevalecía desde hace un buen rato.
- ¿Cómo está la situación? - Le preguntó a Lino cuando lo encontró no muy lejos entre la muchedumbre.
- No muy bien, lo de siempre. Están discutiendo si huir o ir a destrozar los campamentos humanos. - Le explicó Lino con expresión preocupada.
- Pero pelear va a traer bajas y huir siempre no nos va a traer nada bueno. - Asintió Ziege ya familiarizado con la situación.
- Exacto. - Suspiró Lino cansado y notablemente a punto de explotar de los nervios.
Pasaron horas hasta que el jefe llamó a silencio y comunicó su conclusión: Permanecer en estado de alerta hasta hasta saber qué querían los humanos o hicieran algún movimiento extraño. Después de todo ni siquiera se sabían si ellos tenían conocimiento de nuestro campamento o sólo se habían instalado cerca de casualidad. No sería la primera vez.
Estaba indicando los últimos detalles de los preparativos cuando dos roh's se aproximaron corriendo, riendo entre ellos rompiendo la tensión que afligía hasta el momento.
- Jefe! - Dijeron ambos casi al unísono una vez se acercaron.
- Buenas viejas! - A
- Los humanos están locos! - B
- Los estábamos vigilando - A
- Se mataron entre ellos! - B
- La tanda de los nuevos aniquiló a los viejos! - A
- Muertos, muertos. - B asintió divertido.
- Bien muertos! - Exclamó A.
- Vuelve a ser un campamento. - B
- Aunque son un poco mas que antes. - A
- Ya no son dos campamentos juntos. - B
- Podemos dormir, podemos dormir~ - A sonrió tranquilo y B lo miró furioso.
- ¿Dormir? Cómo podemos dormir si no sabemos cuando se les va a dar por atacarnos? - Gritó B con visibles ganas de pegarle a su compañero.
- Pero .... - Se empezó a excusar B hasta que fue interrumpido.
- BASTA! - Gritó el jefe exasperado para callarlos. - La situación sigue siendo la misma y mis indicaciones previas siguen en pie. Mañana va a haber otra reunión, ésta termina ahora. Ustedes vengan y expliquen en detalle. - El jefe dió la instrucciones finales y dio fin a la convocatoria antes de llamar a los dos roh's que acababan de presentarse.
Ziege no se quedó hasta el final de la reunión, salió corriendo apenas escuchó las noticias del campamento humano.
¿El campamento viejo había sido aniquilado? ¿El humano que lo había salvado estaba muerto?
Ziege estaba confundido. ¿Por qué se estaba arriesgando ir al campamento humano? Por mas que el reporte era que estaban todos muertos, no decía nada de los causantes de ello. Si los otros humanos seguían cerca sería peligroso.
- Haha... - Ziege no pudo evitar soltar una risa mientras corría. ¿Quién estaba mas loco? ¿Él o los humanos? Por mas que ese humano lo hubiera salvado una vez, aún existía la posibilidad de que si ahora lograra salvarlo ése mismo humano terminara matándolo. Así eran de despreciables. Él lo sabía y aún así seguía corriendo queriendo saber que había sido de aquel humano, dispuesto a ayudarle si era necesario y estaba dentro de sus capacidades.
Apenas llegó a los alrededores del campamento aminoró su marcha para prestar mas atención a sus alrededores en precaución de que quedara alguna fuerza hostil. Apestaba a sangre.
A medida que se acercaba se topaba con cada vez mas cadáveres esparcidos entre los árboles pero ninguno era el que buscaba. Como mínimo planeaba enterrar el cadáver como es debido, en devolución al favor que el mismo había recibido.
Cuando al fin llegó al campamento de alguna forma le extrañó la familiaridad que sentía ante la escena que se erguía frente a él. Tiendas destruidas, el suelo alfombrado de cadáveres y la sangre cubriéndolo todo.
- Hahaha! - Ziege no pudo evitar soltar una pequeña carcajada, se cubrió la boca al instante para retenerse de hacer ningún otro sonido mientras seguía avanzando por entre las pilas y pilas de muertos.
Ironía. Cuanta ironía. Éso fue lo que lo impulsó a reír entre tan cruenta escena. Era tan, tan similar a los campamentos rohs luego de ser atacados por los humanos. Y ahora ellos eran los que estaban esparcidos por los suelos, cubiertos de sangre. Y lo mejor de todo, por su propia obra.
Mientras mas avanzaba más fuerte era la oposición de sus propios sentimientos.
Quería reír. La ironía era demasiado fuerte y le invadía una extraña satisfacción y alivio al ver a tantos humanos, sus enemigos naturales, muertos a sus pies.
Quería llorar. Tantas muertes, tanto desperdicio. Era todo tan inútil y sin sentido. ¿Por qué había tanto odio?
Pero olvidó su incertidumbre al hallar lo que estaba buscando. El humano que buscaba estaba en medio de la masacre tendido contra una árbol.
Ziege se acercó despacio mientras lo examinaba. ¿Estaba muerto? A juzgar por la cantidad de sangre que lo cubría eso parecía pero el leve movimiento de su pecho indicaba que aún respiraba.
Se detuvo a apenas un metro del humano y se acuclilló en el suelo para verlo de cerca. A simple vista tenía múltiples heridas, pero las más graves eran las del abdomen y el hombro. Se sentó en el suelo y arrancó un pedazo de tela de su remera antes de quitarse uno de los cuernos huecos que adornaban su cabeza y sacar varias hierbas de su interior, comenzó a molerlas con sus dedos usando el trozo de tela para separar el polvo resultante del suelo. Estaba preparando lo necesario para tratar al humano frente a él.                        

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Había cerrado los ojos, sumamente cansado y adolorido, intentando mantenerse consciente. Sintió movimientos a su alrededor, ademas de los eventuales y delatadores sonidos de pisadas y otros que no supo identificar. Entreabrió los ojos a la par que con mucha dificultad alzaba su espada, quedando el filo interpuesto entre él y su posible atacante. Sin embargo, con vista borrosa y todo reconoció el cabello verdeagua del roh que había visto unas horas antes en la orilla del río. No parecía tener planes de atacarlo y dejó caer su brazo a tierra, siendo demasiado el esfuerzo de mantenerlo. "Eres tú..." Murmuró con la voz apagada y frágil, volviendo a cerrar los ojos. Estaba somnoliento y el cuerpo le pesaba.                        

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Había terminando de moler las hierbas cuando vio al humano moverse y no se sorprendió al verlo tomar una espada y apuntarla hacia él. Sí se sorprendió cuando la bajó y murmuró palabras de reconocimiento.
Ziege sonrió y terminó de moler las hojas. Se sacó la remera y la cortó en varias tiras con la ayuda de la espada que poco antes le había apuntado. Luego, con la misma espada y con cuidado, se deshizo de las prendas del humano que cubrían sus heridas para aplicar las hierbas medicinales y los vendajes improvisados.
Cuando terminó se quedó viendo al herido mientras se preguntaba algo en lo que antes no había pensado. "¿Y ahora qué hago?" No podía dejarlo ahí y en su condición aunque lo llevara a un lugar seguro no tardaría en morir si no recibía las debidas atenciones, pero llevarlo con él al campamento roh tampoco era propicio. Podía desaparecer del campamento por un tiempo, no era la primera vez que lo hacía pero justo ahora había heridos que debía atender y la situación no era la propicia como para desaparecerse por meses...
Ziege suspiró recordando el típico dicho de los rohs "Los humanos siempre traen problemas", era cierto. Se acuclilló de espaldas al humano y tiró de él para acomodarlo sobre su propia espalda antes de comenzar a caminar, despacio e intentando no moverlo demasiado.
- Ziege. ¿Qué estás haciendo? - Fue detenido antes de llegar al campamento por varios de los rohs que patrullaban las cercanías. Era obvio. Apestaba a humano y a sangre.
- Mascota? - Respondió Ziege algo dudoso. Ni siquiera el sabía qué estaba haciendo y no podía responder que estaba salvando a un humano por capricho o porque se la debía. Además lo estaba trayendo al campamento roh, traer a un humano era considerado traición.
- Sujeto de experimento para probar venenos y otras plantas peligrosas? - Explicó de nuevo intentando no sonar tan dudoso de sus propios motivos bajo la mirada nada agradable de los rohs que lo rodeaban.
Eventualmente lo escoltaron hasta el jefe y con la explicación del sujeto de pruebas y el hecho de que probablemente el humano muera antes de poder ser utilizado de sujeto de pruebas, el jefe roh le permitió a Ziege su nueva mascota no sin antes comunicarle varias advertencias y amenazas.
Cuando al fin logró llegar a su choza y esconderse de las miradas enojadas, acusadoras y curiosas del resto del campamento Ziege se sintió aliviado. Recostó al humano sobre el montón de paja que era su cama y volvió a tratar sus heridas, ésta vez limpiándolas y aplicándoles las hierbas ya hechas ungüentos que tenía preparadas.                        

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Despertó con la terrible sensación de su estómago anudándose y enredándose con sus demás vísceras. Tenía la garganta reseca y se sentía pesado, demasiado pesado. A duras penas y podía reconocer sus miembros como propios.

El olor en el aire le era desconocido y nada agradable. Imaginó que debía tratarse de un aroma muy fuerte si podía percibirlo; poca capacidad le quedaba después de tantos años de fumar. Y pensando en ello, se le antojaba un cigarrillo. Cuánto tiempo habría pasado? Se atrevió a entreabrir los ojos y confirmó que no estaba en su tienda. La batalla! Se incorporó de golpe y, acto seguido, profirió una serie de insultos casi a los gritos. Las heridas le tiraban y dolían demasiado para ocultarlo. Sin embargo, se encontraban vendadas y no estaba volando en fiebre, por lo que no había infección. Quién? Y dónde?                        

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Habían pasado varios días sin que el humano se moviera. Ziege salió de su choza y, sin falló, se cruzó con la mirada y comentarios desaprobatorios de varios rohs que lo siguieron en su camino hasta la choza donde estaban los roh heridos.
La situación era tensa. No solo para Ziege sino también para todo el campamento, lo que empeoraba aún mas su situación.
El segundo, ahora único, campamento humano que había aparecido en los alrededores era completamente hostil. Al mas mínimo vistazo de un roh tomaban armas y parecían estar buscando su ubicación activamente. En tales circunstancias era definitivo. Los roh no querían a un humano, un enemigo, en medio de su territorio. Y ahí estaba él, Ziege, albergando a uno con pobres excusas que apenas eran creíbles. Lo único que hacía que, de alguna forma, lo dejaran en paz y hacer lo que quiera era que el humano no despertaba y era posible que muera pronto.
Ziege terminó de cambiar las vendas y tratar al último roh herido. Sabía que ese "equilibro" en el que encontraba se rompería pronto. Al contrario de lo que todos creían el humano que había rescatado estaba recuperándose rápidamente y no creía faltase mucho para que se despierte. Lo que no esperaba era que, apenas lo hiciera, armara un escándalo.
Estaba volviendo a su choza cuando escuchó los insultos. No eran tan altos para ser llamados gritos pero eran lo suficiente para ser oídos por cualquiera que estuviera cerca y, por mas que en circunstancias normales un par de insultos serían pasados por alto por cualquiera, aquellas no eran circunstancias normales y todos sabían quién estaba en su choza, todos sabían de donde venían los improperios.
Ziege maldijo, en silencio, y apresuró su paso para detener a cualquier curioso con malas intenciones que quisiera acercarse. Pero obviamente no le fue suficiente y varios rohs comenzaron a acumularse en la entrada de su choza, por suerte llegó a ella antes que otro entrara.
- Informen al jefe de que el humano se despertó. - Le indicó a la muchedumbre con esperanza de que aquello los detuviera y sin esperar respuesta entró apresuradamente a su choza y cerró la puerta tras él. Mas preocupado de lo que podrían hacer los rohs que estaban ahora tras la puerta a su espalda que del humano herido que se encontraba frente a él.                        

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Escuchó ruidos alrededor de la cabaña donde estaba instalado y deseó estar un poco más lúcido como para poder distinguir los murmullos de los pasos y entender al menos una palabra. Aunque podía deducir que él era probablemente el centro de atención de la conmoción afuera. Se mantuvo sentado, a duras penas, pensando en sus opciones. No estaba en condiciones de pelear ni, mucho menos, de huir. Pero, para empezar, con algún propósito le habían salvado la vida. Esperaba que no fuera información, pues tenía poco y nada que aportar. Más bien necesitaba ponerse en contacto con los Generales y advertirles de la jugarreta que los extremistas habían organizado. El sólo pensar en ello le dio dolor de cabeza.

Al momento en que la puerta crujió al abrirse, dirigió allí la mirada, un cierto alivio apareciendo en su rostro al reconocer a su salvador. No había prestado mucha atención a su rostro, sino que era el color de su cabello el que era mas bien difícil de olvidar. Incluso entre los de su clase, ese era un color poco común. Asintió con la cabeza a modo de saludo. -Así que has sido tú, verdad?- preguntó aún ya sabiendo la respuesta y señalando los vendajes alrededor de su torso y pierna. Descubrió con una brisa que todavía tenía el parche en el ojo y sintió un cierto alivio por ello también. Se sentía algo expuesto cada vez que estaba sin él, probablemente a causa del evento que se lo había hecho perder en primer lugar. Otra vez, era el único sobreviviente de todo su grupo y la idea le dejó un mal sabor de boca.                        

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Ziege frunció el ceño al borde del pánico y se llevó el índice a los labios para señalarle al humano que se callara.
Una pared rudimentaria no era nada para el oído de un roh. ¿Cómo reaccionarían ellos si se enteraban que conocía a aquel humano de antes, que lo había salvado de una muerte casi segura? No tardarían en sospechar que intentaba devolver la deuda y era definitivo que no se tomarían bien aquello. ¿Poner en riesgo a todo el grupo por lo que probablemente había sido el capricho de un humano orgulloso?
- Yo no me movería si fuera vos. - Le dijo conteniendo sus ganas de echarse a reír y salir corriendo de todo aquel problema en el que se había metido. Si el humano soltaba la lengua no tardarían en ejecutarlos a los dos.
Desvió su mirada del humano para fijarla en la puerta mientras se alejaba de ella, como si haciendo eso pudiera a evitar que fueran a abrirla de golpe en cualquier momento. Pero por suerte aquello no pasó, aunque podía percibir que varios roh aún permanecían afuera.
- Quédate sentado un rato, si me permites cambiarte los vendajes. Sino vuelve a recostarte y quédate con esos puestos. - Le indicó al humano dándole la espalda para organizar las hierbas que tenía colgando sobre la mesa al otro lado de la pequeña habitación, separando y moliendo las que eran necesarias para el cambio de vendajes.                        

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Ante su ceña guardó silencio, aunque sus palabras no habían implicado que se conocieran, quizás podía llegar a suponerse. Lo observó en silencio, deseando que el cuarto dejase de moverse; acabó cerrando los ojos y forzando su respiración a ser lo más profunda que pudiera. Tenía vestigios de dolor en el abdomen y la piernas, donde había recibido los peores daños, pero no parecía tener infección... A menos que estoy fuera producto del delirio inducido por la fiebre. Volvió a constatar que efectivamente no estaba solo en la improvisada habitación e intentó reconocer las plantas con las que el peliceleste estaba trabajando. No sólo no las reconoció, sino que sirvió como doloroso recordatorio de que todavía estaba sin fumar. Suspiró y esperó a que el otro se acercase, bajo la propuesta de cambiarle el vendaje, para hacerle un par de preguntas. -¿Cuánto dormí?- fue un susurro pero estaba seguro de que lo habría oído y guardó la esperanza de que le respondiera. -¿Hubo algún otro sobreviviente?- Se arrepintió de hacer esa pregunta casi de inmediato; no estaba seguro de poder manejar la respuesta todavía.                        

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Ziege terminó de moler las hierbas, tiró una raíz sobre un cuenco metálico lleno de agua y lo puso sobre un montón de ramas que había a un costado y prendió fuego. Agarró un poco del agua antes de que se calentara para mezclar con el polvo que había hecho al moler las plantas y luego se acercó al humano para cambiarle los vendajes.
Dejó el cuenco con la pasta sobre un banco al lado de la cama donde ya habían unos retazos de tela limpia y se dedicó a quitar los vendajes viejos antes de poner los nuevos.
- Mas de tres días, casi cuatro. - Le respondió también por lo bajo mientras trabajaba. Las heridas ya habían cerrado y apenas comenzaban a cicatrizar, cualquier mal movimiento podría abrirlas de nuevo pero ya había dejado de ser algo grave.
Se detuvo un momento cuando le preguntó por sobrevivientes y negó suavemente. - No puedo confirmarlo, pero no lo creo. - Respondió con sinceridad. Después de todo sólo había visto la gran cantidad de muertos. Y no tenía idea de si aquellos eran todos los humanos del campamento o alguno había logrado escapar o hecho prisionero. Aún así aquella cantidad y crueldad indicaban que no era muy posible. - Lo siento. -
Aplicó la pasta sobre las heridas y terminaba de cambiar los vendajes cuando los murmullos de afuera aumentaron. Ziege maldijo y empujó al humano para recostarlo en la cama antes de alejarse, tirar los vendajes usado al fuego bajo agua que comenzaba a hervir y dejar el cuenco que aún tenía restos de medicina sobre mesa donde había estado preparándolo.
Poco después un par de golpes sonaron contra la puerta de la choza que se abrió sin esperar respuesta.
- Me informaron que el humano ya está despierto. - Habló el jefe Roh cerrando la puerta tras él, apenas dándole una mirada al mencionado para confirmar su estado.
- Si, aunque aún está débil y apenas consciente. - Exageró Ziege desviando la mirada del jefe, esperando que el humano no se delatara y que su pobre condición lo persuadiera del motivo de su visita. Pero la mentira fue en vano.
- No me importa su condición. - Suspiró el jefe roh un poco exasperado y fue directo al grano. - Vengo a ver si las excusas que pareces poner a cada rato no son solamente excusas. - Insinuó intentando mantener su paciencia y agarró uno de los sencillos bancos de madera que había en la habitación para sentarse, sin quitar la vista de Ziege que asintió y se dió vuelta para moler una pequeña semilla circular y aplanada para luego disolver el polvo resultante en un pequeño cuenco con de agua que le daría de tomar al humano. Según sus cálculos, alrededor los diez minutos comenzaría a tener convulsiones y esperaba que ello convenciera al jefe roh y que se fuera sin que haya pasado mucho tiempo.
Se dio vuelta con el cuenco en mano y no se molesto en dudar y darle tiempo al humano de resistirse. No se movió tan rápido, pero sí con movimientos fluidos. Se acercó a la cama, tomó las mandíbulas del humano con una mano, lo obligó a que abriera la boca y vertió allí el contenido del cuenco. Luego soltó al humano sólo para cubrirle la boca con su mano, oprimiendo su cabeza contra el rejunte de telas dobladas que hacían de almohada para al final soltarlo una vez que hubiera tragado.
Ches
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